jueves, 30 de junio de 2011

Yo sólo tenía un sueño (Cap 17)


"Más aliviada, Vihíma se centró en la realidad de la situación. Ordenó a Mech recopilar, en varias copias de seguridad, todos los datos acumulados en dos décadas de investigación. “Serás nuestro recuerdo” le dijo al ordenador y con esta orden estaba firmando su sentencia de muerte, porque la composición del aire terrestre era tan corrosiva para su organismo que, en el supuesto de sobrevivir al aterrizaje, no duraría mucho. “Busca un lugar aislado en medio del mar, hunde la nave y cuando llegues al fondo, deja el localizador en automático. Algún día serás rescatado. Prometimos no influir en los acontecimientos de allí abajo” dijo señalando con el dedo al disco azul que se hacía más y más grande. “Ya bastante hemos hecho desviándoles una catástrofe”.
Mech entendió enseguida a su amiga. Más allá del dolor por las perdidas, la chica cumplía al pié de letra todos lo protocolos de emergencia ensayados en los simuladores durante innumerables sesiones de entrenamiento. En aquella nave hubo mucho amor y alegría, pero también, compromiso y responsabilidad con la misión.
Yeeho murió enseguida, la contaminación afectó a los órganos vitales y falleció sin haber recobrado el sentido.
Volvió la chica a tenerlo en sus brazos para acomodarlo en otra cápsula de emergencia. Mech insistió que fuera ella quien ocupara ese lugar, pero Vihíma rehusó tal idea. No iba a abandonar la nave en manos del azar. Era la comandante de vuelo, la responsable de que, pasara lo que pasara, su presencia sobre los cielos de aquel planeta debía no ser detectada. “Me quedo, es mi última palabra, configura bien la entrada en esa atmósfera, utiliza la energía que queda para maniobrar lo que puedas, no olvides que, eres el tercer tripulante. Yo, no te abandonaré.” Aquellas palabras conmovieron mucho a Mech. Vihíma programó el último vuelo de Yeeho hacia el gran incinerador que es nuestro sol. Cerró con sus propias manos la escotilla de la cápsula y se despidió con una plegaria que el tercer tripulante grabó para la posteridad.
“Yo sólo tenía un sueño, y eras tú. Por ti crucé el arco del tiempo y renuncié a ver los amaneceres, para acompañarte en la infinitud de nuestro amor a través del frío y la distancia. Gracias te doy por lo vivido, por vivir más allá de la frontera, por tenerte a mi lado, en mi lecho y mi corazón. Ahora tu espíritu regresa a casa, al rincón más tibio y transparente. Allí esperan tus huellas, los lugares que amamos a la luz de las dos lunas. Vuelve al hogar, amor mío. Y espérame. No tardaré mucho. Bendigo los años a tu lado. Bendigo a nuestro hijo. Y te bendigo a ti.” Tiró de la palanca de disparo y el objeto con los restos del astronauta partió veloz por el túnel de evacuación. Sin a penas sonido, sin vibraciones mecánicas, suavemente, como el tacto de aquellas manos que jamás volverían a acariciar su espalda.
Mech distribuía la escasa energía de forma magistral, corrigiendo aquí, rectificando allá. Buscó el ángulo de descenso idóneo que evitara la desintegración del magullado casco a través de las capas de aire. Lo último que recordó Vihíma antes del desmayo, fueron  las flamas anaranjadas, rabiosas y brillantes, lamiendo el marco de las ventanas laterales. La nave ardía sobre el océano pacífico en una impresionante elipse que partió en dos la línea del atardecer sobre las aguas."

martes, 28 de junio de 2011

El destello azul (Cap 16)


"Cuando volvieron de la meditación, ya tenían las líneas maestras de su futura actuación. Fue el espíritu del bebe quien intervino pidiendo que intentaran algo para salvar la tierra. Había que desviar de su camino al destructor objeto. Y así fue. Mech trabajó sobre un conjunto de probabilidades que iba afinando a medida que el asteroide se acercaba. Según sus cálculos, deberían ir a su encuentro cuando sobrepasara la luna, ya que el campo gravitatorio de ésta le restaría algo de velocidad, entonces, con el rumbo de colisión con nuestro mundo perfectamente definido, Vihíma colocaría la nave a cien metros de altura sobre la superficie, fijarían su posición en la brújula estelar con un ángulo de varios grados hacia el sur y encendería los motores a toda potencia. Para ablandar la roca, Yeeho transformaría uno de los impulsores de plasma que usaban para maniobras en el vacío, como improvisado cañón de proyectiles sónicos. Por eso, se pondría un traje espacial y ocuparía una de las torres de observación situadas en la panza del transbordador. Con su acción se pretendía ayudar al haz de energía que brotaba de las toberas principales y de paso observar en directo los acontecimientos que acabarían alterando el rumbo de aquel problema de diez toneladas.
El 22 de Agosto, tiempo terrestre, la enorme piedra rebasó la órbita lunar y enfiló rumbo hacia aquí.
Mech coordinó al milímetro cada uno de los pasos de la compleja maniobra, pero dejó que Vihíma realizara el descenso final de forma delicadamente manual. El gran ordenador de abordo se limitó a informar de datos puntuales, dejándole a ella inmersa en la total concentración que requería aquel peligroso momento. A los cien metros del suelo, sacó los estabilizadores, Mech colocó el aparato en el ángulo perfecto y esperó. Yeeho hizo una breve oración pidiendo al Universo permiso para alterar uno de sus acontecimientos naturales y agregó, al final, un gesto de amor hacia sus seres queridos, incluyendo a Mech. Entonces Vihíma pulsó el primer botón maestro y el cañón de Yeeho abrió un cráter que se fue agrandando rápidamente bajo los impactos de las balas sónicas. Vihíma contuvo el aliento y pulsó el segundo botón maestro. Cuatro reactores de la nave vomitaron inmensos chorros de luz azul, tan brillante, que al ser vista por astrónomos chinos y europeos quedó registrado en los libros de los eventos cósmicos con el nombre de “El misterioso destello azul”.
Entonces ocurrió el desastre. Ni ellos ni Mech sabían que el núcleo del asteroide estaba compuesto de hielo a gran presión, mezclado con otras sustancias volátiles que reaccionaban explosivamente al calor y la química de la tremenda energía de sus motores.
La pesada roca se partió por la mitad en dos trozos que perdonarían la tierra y terminarían empotrados en Júpiter un par de siglos después, pero un tercero, no muy grande, pero duro y veloz, chocó con estruendo de tren de mercancía contra el, hasta entonces, hogar de aquella pareja.
La nave quedó inútil, destrozada, el núcleo del reactor dañado y con fugas, los instrumentos de navegación, ciegos y sordos. Había oscuridad, humo y confusión. Mech se empleó a fondo para mantener el soporte vital de su gente. Cerró compartimientos y desvió por otros canales la electricidad y los gases de respiración. Aisló cuanto pudo y salvó todo alimento que estaba a su alcance. Pero Yeeho había recibido un golpe de radiación tan brutal que no recobraba el sentido. Vihíma se lo echó a hombros y le acostó en la enfermería, escaneó el cuerpo y evaluó daños. Yeeho se moría. Buscó medicinas para contrarrestar el avance de la radiación, poco más pudo hacer. Pidió informes a Mech y éste le dijo las peores noticias. Casi todos los sistemas estaban dañados. Quiso retomar el control de la nave y le fue imposible. Preguntó a Mech “¿La estamos perdiendo?” El ordenador callaba “¡Mech! ¿Estamos perdiendo la nave? ¡Contesta!”
“Si, la estamos perdiendo” respondió la entidad. “¿Hacia qué sitio del espacio nos dirigimos?” Silencio. “¿Mech?” inquirió angustiada Vihíma. La voz de Mech sonaba igualmente cargada de angustia. “Caemos hacia el planeta tierra”. La astronauta se tocó la frente. “¿Es tu análisis final?” “Si, Vihíma, es un hecho irreversible”. La chica se sentó junto al cuerpo sin sentido de su amado. Le miró con toda la ternura del cielo y le dijo “Amor mío, perdona que no cuente contigo, estoy segura que comprenderás lo que voy a hacer” Y ordenó a Mech que la anestesiara y extrajera del vientre a Yhaa-Lehe.
Un día antes de estrellarse en un recodo del río Amazonas, una cápsula con un no nato en su interior, partió hacia la galaxia de Andrómeda con la esperanza de que la señal de socorro de su baliza fuera rastreada por alguna tripulación que navegara en el espacio profundo o sus fronteras. En ella viajaba un fragmento de Mech con gran parte de la información de lo ocurrido, más otros datos sobre nuestro mundo. Un pequeño clon del ordenador del malogrado trasbordador se encargaría de llevar con éxito la maduración del feto que continuaría creciendo en medio de un sueño inducido hasta ser salvado o, en mala jugada del Universo, convertido en una roca helada, tan fría y oscura como la que marcó el destino de sus padres."  

lunes, 27 de junio de 2011

Mech (Cap 15)


Tras los cristales de las gafas de José, su cerebro intentaba encontrar orden y lógica a lo que presenciaban los ojos.
La Ventana del Mundo era una habitación pentagonal de casi sesenta metros cuadrados por tres de alto, oculta bajo la casa y lejos del escrutinio no autorizado. Ornella accionó un interruptor y aumentó potencia en los focos que proyectaban luz indirecta sobre las paredes de color crema y el plano techo azul celeste. En el centro, sobre una amplia mesa con forma de media luna, había una especie de pirámide anaranjada de unos treinta centímetros de la cual partían tres finos y elásticos brazos con aspecto de serpiente que, en lugar de cabeza, cada uno tenía acoplada una pantalla de cuarenta pulgadas hecha de un material traslúcido y delgado que reaccionó iluminándose nada más entrar la Trooper.
Ella se movió hacia un rincón en busca de una silla y él quedó pasmado viendo como las pantallas seguían el movimiento de la chica cual girasoles imposibles.
_” ¿Son ordenadores?”_ preguntó en cubano.
_”Supongo”_ respondió misteriosa Ornella.
José alargó el brazo para tocar una de las pantallas pero los dedos encontraron solamente aire. Instintivamente retiró la mano y su amiga rió entre dientes.
_”En realidad, son hologramas”_dijo pasando ella las manos a través del marco de la más cercana_”Es tecnología alienígena, mejor te sientas”
Y le acercó la silla.
Miró el reloj de pulsera, tocó ligeramente la mesa y, dirigiéndose a la pirámide anaranjada, le dijo.
_”Rastrea y localiza a Don Alberto, necesito hablar con él”
Un sonido de confirmación dio inicio a la búsqueda del destinatario.
_”Móvil apagado o fuera de cobertura ¿Paso a nivel dos?”_ dijo una voz sintética. _”Adelante”_ confirmó Ornella.
Y en las tres pantallas aparecieron imágenes en directo transmitidas por, al menos, dos desconocidos satélites en órbita.
_”Afina el barrido y dame opciones”_ordenó la Trooper.
_”Afinando”_ contestó la voz_ “Estamos sobre Jerusalén. Haciendo zoom sobre Jerusalén. Negativo en espectro electromagnético. Negativo en barrido óptico. Paso a barrido áurico, pero hay interferencias. No puedo dar tiempo estimado para contacto”
_”Gracias, esperaré. Evita falsos positivos. Si localizas el objetivo, házmelo saber”
_”Recibido”
_”Ornella ¿Qué-es esto?”_preguntó José.
La chica se alisó un poco los cabellos y acomodó el cuerpo en el asiento invitando a su protegido a imitarle.
“Para entender un poco lo que estás viendo, hay que ir hasta el 25 de Agosto de 1796. Aquel día se estrelló en la selva amazónica una nave de exploración proveniente de la galaxia de Andrómeda. Se trataba de una misión cuyo propósito era el de levantar un mapa social de la tierra mediante sensores en órbita que registraran el paulatino desarrollo de las diversas civilizaciones humanas a lo largo y ancho de los hemisferios en el período aproximado de veinte años terrestres.
Su planeta de origen estaba tan lejos que, a pesar de la magnífica tecnología de sus transbordadores, el plan se basaba en el viaje de una pareja joven y fértil, unida por profundos lazos de amor y motivación. Tales expediciones en el espacio profundo estaban condenadas a ser viajes sin retorno, es decir, que aquellos que venían hacia aquí, no podrían regresar vivos a su mundo por culpa del tiempo gastado en cubrir tales distancias. Por eso decidieron que, en el transcurso de la misión, debería nacer un descendiente que una vez llegado a la adolescencia, conduciría la nave de vuelta con toda la información recogida.
Y en eso estaban Yeeho y Vihíma, unos amantes que se adoraban mutuamente. Yeeho era experto en análisis sociológicos y la persona idónea para valorar nuestros modelos de conducta; ella, Vihíma, tenía rango de comandante de vuelo, médico y geógrafa de la misión. El tercer tripulante era Meem-Chiut-Ja-Viat, al que cariñosamente llamaban Mech, se trataba de un sistema bioinformático basado en la simbiosis celular de diez tipos de plantas y tejido cerebral alienígena, tratado genéticamente para que funcionara como un organismo autónomo dotado de capacidad de transferencia y gestión de datos, almacenamiento, toma de decisiones, autoreparación mecánica, creación de modelos de probabilidades, autodefensa, en fin, de todo un poco, Mech sería algo así como el ordenador central de la nave, aunque el concepto de ordenador se queda muy corto, ya que aquella entidad poseía sentimientos, emociones y espiritualidad.
El ánimo dentro de la misión era muy alto porque, cumpliendo los plazos, Vihíma se había retirado su anticonceptivo y poco después ya estaba embarazada. Un día, los tres estaban celebrando la buena marcha de la misión y el creciente estado de la comandante, cuando Mech pidió disculpas porque debía entregarles un informe urgente. Se trataba de un asteroide que venía directo hacia la tierra tras salirse de su orbita después de colisionar con otro, más allá de saturno. Según los cálculos, la piedra medía casi diez kilómetros y su impacto borraría del mapa la historia humana acumulada hasta entonces.
Ya para esa fecha, Vihíma sentía el aleteo de aquella vida en su interior; una vida concebida en el amor y la esperanza. Abrazada a Yeeho, su primer pensamiento fue el de abortar la misión, volver a casa. El segundo trató el dilema de ver morir a la humanidad, registrarlo e informar a sus superiores. Y el tercer pensamiento se centró en una verdad surgida a lo largo de tantos años en órbita: Habían terminado amando profundamente a los habitantes de nuestro planeta, les conocían tan bien, afanados siempre en sus pujas y guerras, en sus esfuerzos y fracasos, en la expansión de las ideas, en las metas sobre las que viajaban sus sueños, que se sintieron anonadados ente la encrucijada, no prevista, de ser testigos del fin del mundo, o hacer algo por evitarlo.
Ante la incertidumbre, pidieron ayuda. Mech les entregó uno de sus frutos, sus jugos creaban puentes de comunicación extra sensorial que les convertían en un poderoso trío capaz de encontrar la respuesta correcta, la decisión definitiva más allá de sus sentimientos primarios. Para tal ocasión, el ordenador desconectó los instrumentos de rastreo, retiró las antenas exteriores, redujo al mínimo la actividad el núcleo del reactor principal, llenó las paredes de hologramas con olores y creó una suave brisa similar a la que trae el mar de su planeta. Allí, sobre la arena de una playa familiar, bajo la luz de dos lunas, entraron en meditación profunda, Yeeho, Mech, Vihíma y la criatura por nacer, a la que llamaban Yhaa-Lehe, que en su idioma significa “Aquel que trae amor en sus manos”    
          

lunes, 20 de junio de 2011

Agua de vida (Cap 14)



Echamos a andar los tres por un camino empedrado que, viniendo de Betania, conducía a Jerusalén. Yo no podía apartar los ojos de ese hombre de ademanes serenos y nítida voz. Aquel encuentro auspiciado por Ubel me tenía tan fascinada que necesité ingentes esfuerzos para mantenerme centrada, pues lo que más asombro producía era la profunda sensación de cotidianeidad que emanaba de Jesús. Imagino que la culpa la tienen mi antigua formación católica, la tradición cultural de mi país, los curas, la ética y estética de la zona del mundo que me tocó al nacer y cosas por el estilo, pero lo principal estaba en la energía que me llegaba de aquel ser divino y a la vez, extraordinariamente humano.
A medida que avanzábamos siguiendo el ritmo del astro en el cielo, el camino se volvía calzada. Ganaba en amplitud, calidad y concurrencia. Carretas cargadas de productos del campo ascendían la ligera cuesta tiradas por babeantes bueyes, personas a pie, como nosotros, un destacamento romano, tras un imperturbable Centurión de rabioso penacho y brioso corcel, marcaba el paso bajo la larga sombra del estandarte de la Legión con base en la ciudad santa. Había mujeres de ágiles andares, niños acarreando ánforas de vino y aceites, gentes de toda clase y condición, llenaban la vía en ambas direcciones. La vida se manifestaba ante mí de tal modo que Ubel me pidió de favor cubrirme la cabeza y tapar el rostro porque resultaba imposible disimular mi cara de española obnubilada en la Palestina del año cero.
Algunas gentes reconocían a Jesús y le lanzaban saludos y para bienes, otras, más atrevidas, se acercaban a verle de cerca, le sonreían y continuaban, incluso un par de ellas le estrecharon las manos, pero para la gran mayoría de viandantes, no pasábamos de ser unas personas muy normales dentro de la corriente en movimiento de aquel amanecer.
_”¡Rabí, Rabí!”_ gritó un joven, aún adolescente, tras identificar Al Maestro entre la multitud.
_”¡Eliezer!”_contestó éste levantando la palma de la mano.
Un par de saltos después, el chico llegó hasta nosotros precedido por una sonrisa luminosa. Jesús se agachó un poco para recibirle con los brazos abiertos. Ubel y yo dimos un paso atrás para dejar espacio y ver tan espontáneo encuentro.
_”Mi madre te envía saludos, mira, ella está allí, junto a la fuente, esperando darte su agradecimiento”_anunció el joven.
La madre de Eliezer padecía de dolores abdominales y reuma, hasta el día que Jesús le impuso las manos durante un cuarto de hora. Después durmió día y medio y al despertar pidió a una de sus hijas un plato de comida, lavó seis prendas de ropa y terminó la jornada, bajo el asombro de la familia, dándole a la rueda del telar doméstico al compás de viejas canciones hebreas. La enfermedad, había desaparecido y tal milagro quedó grabado en la mente de aquel muchacho para el resto de su vida hasta el punto de convertirse en uno de los primeros y hoy desconocidos predicadores del legado de Cristo.
La señora Ashna transpiraba buena salud, no pude evitar mirarle las manos buscando signos visibles de sus pasados padecimientos, fue inútil. Cuando llegamos a su lado, ella puso en el suelo unas vasijas de barro que contenían el preciado líquido. Bendijo a Jesús que le saludó con un beso en cada una de las mejillas.
_”Veo que usted goza de muy buena salud”_le dijo el Maestro a la madre de Eliezer.
_”Gracias a Dios, ya estoy bien, Rabí, posees el poder de los milagros. Definitivamente, Yahvé puso su mano sobre tu cabeza.” _ Jesús sonrió y juntó las suyas en un breve gesto de alabanza al cielo_ “Has devuelto la alegría a nuestro hogar”_ continuó Ashna_ “Toda mi familia te bendice en infinito agradecimiento”_ concluyó emocionada.
La señora miró curiosa a los acompañantes del Rabí, éste, al darse cuenta, se hizo a un lado para presentarnos.
_”Son amigos míos, ella viene de lejanas tierras, más allá del mar y él”_ dijo refiriéndose al callado Ubel _”Aún de más lejos”
Hasta entonces no había caído en cuenta que desde mi llegada, el idioma en que hablábamos era el arameo, una lengua que no conozco en circunstancias, digamos, más “normales” pero aquí, camino de Jerusalén, la entendía y hablaba como si fuera propia. El recuerdo del don de lenguas de mi esposo, un don desarrollado a partir del regreso del arcángel a nuestras vidas, cobró un nuevo significado, al fin las barreras idiomáticas no eran un problema insalvable.
Ella nos envolvió con su sonrisa de oreja a oreja y poniendo a continuación una expresión conspirativa, bajó la voz hasta dejarla en susurro para decir muy convencida.
_”Ah, ustedes son seguidores de su palabra”.
Yo afirmé con la cabeza.
La mujer, con cara de haber desvelado un guardado y ajeno secreto, arrugó las cejas como confirmación de sus sospechas_ “Mi joven Eliezer, y yo misma, también lo somos” _dijo sellando una especie de pacto con nosotros.
Entonces Jesús intervino para despedirse y continuar andando. Ashna recobró su tono habitual y reiteró cariños y alabanzas por él, a la vez que le ofrecía una jarra de barro cocido llena de agua fresca. _”Te doy lo que tengo, lo hago de corazón”
_”Y así lo recibo”_ contestó Jesús sujetando el recipiente en una mano y un vaso del mismo material en la otra, gracias a los magníficos reflejos de Eliezer, que estaba en todo.
Llenó de líquido el humilde vaso, entregó la jarra al chico y sujetó el pequeño recipiente tal como solemos hacer cuando tenemos frío y nos calentamos las manos con una taza de té.
Cerró los ojos un rato, luego se asomó a la transparente superficie, como si en ella estuviera escrito algún mensaje, sonrió enigmáticamente, y me dijo.
_”Bebe, en este agua hay también respuestas a tus preguntas profundas”.
_” ¿Qué tiene este agua, a demás de la bendición de tus manos?”_ pregunté al coger el vaso.
Jesús volvió a sonreír, se alisó el cabello, miró a la señora y al chico que no le quitaban ojo y respondió a mi pregunta.
_”Es Agua de Vida. Para que seas Fuente Futura. Y puedan acudir a ti, aquellos que tengan sed, en especial, él”_ y señaló a Ubel.
Entonces bebí, a tragos lentos, como si cada uno de ellos contuviera en su interior el espíritu de aquel ser irrepetible.
_”Gracias”_ oí decirle Ubel a Jesús.
_”Yo soy el deudor”_ respondió Cristo_”Cuida de mi madre, por favor”.
_”Seguirá bajo mi protección”_ prometió el arcángel.
Y sin apartar sus ojos de los míos, le dijo a Ubel.
_”Y cuídala a ella, porque te digo que, un día, necesitarás de alguien que te hable de este encuentro y te haga recordar cuanto me amabas y lo amigo que fuimos”
_”Así será”.
_”Entonces, que así sea, Ubel arcángel”_ dijo Jesús cubriendo su cabeza con la capucha de la túnica.
Y se perdió entre la multitud, camino de Jerusalén, al encuentro de sus otros amigos y futuros apóstoles, como uno más entre tantos, sin miedo, escoltado por cuatro invisibles ángeles guardianes que velaban por él todo el tiempo.  

    

   

      

lunes, 13 de junio de 2011

El país de los sueños propios (Cap 13)

  
Hay cerrojos que ceden, puertas que crujen bisagras, salto dentro de mí misma y me detengo en un punto de luz bajo la bóveda de los recuerdos.
No hace frío ni calor. Todo es perfecto en el inicio del viaje, pero ¿Hacia donde?
Es como estar en un planetarium donde la vida se proyecta en imágenes fijas junto a otras en movimiento.
Evito mirar hacia alguna de ellas, porque desnuda estoy ante la existencia expuesta a mis abiertos sentidos, demasiado dolor en aquella que vibra en el lateral derecho, mucha ausencia y lejanía en otra que pende cual espada de Damocles sobre el pelo, errores mezclados con aciertos en esta que se abre con ademanes de pétalos junto a fotogramas cargados de profunda ternura e imborrables momentos de felicidad.
Las bases de la naturaleza humana que porto y de la que no puedo renegar sin poner en riesgo lo que soy y creo ser, están en este lugar ubicado entre el todo y la nada, más allá del espacio conocido, donde cada acción, hecho o acontecimiento, aguarda pacientemente ser revisado a su debido tiempo. 
Necesito sentarme y lo hago sobre un suelo que recuerda la piedra, cruzo las piernas y la bóveda comienza a girar lentamente cual bello carrusel obedeciendo órdenes de la mente. El Recuperador de Sueños conserva algo del encanto de los juguetes infantiles y el misterio del circo ambulante en la ligera majestuosidad del movimiento. No estoy asustada, ni ebria, respiro aire puro, con matices salobres, presencia invisible de mares nunca navegados, estelas perdidas para siempre entre las olas de la memoria y rescatadas en los archivos del Recuperador.
Un botón de luz desciende del centro de la bóveda y flota a mi lado. Despide un dorado intenso cual sol en miniatura que no quema. Avanzo la mano para tocarle y lo encuentro frío. Le hago un hueco entre los dedos y le acuno sobre el pecho, ofrendándole calor, y entonces soy recompensada con el plan que guía mi visita a Oníria, el país de los sueños propios.
A mis años, ya podéis imaginar la cantidad de información acumulada, así que nada mejor que un guía para tal viaje.
_” ¿Quién eres, lucecita?”_ pregunté al botón de luz.
_” Mi nombre es Yood, hijo de Lienék, el Pastor de Sueños.
_” ¿Qué hacemos aquí, amigo Yood?”
_” Sólo soy un Guía. Eres la protagonista de tu propia vida, pero desconoces la ruta de los hilos trenzados que parte del Alma y se hunden en el origen de tu linaje”
_” Estás para mostrar el camino ¿verdad?”
_” Si, te mostraré lo que debas saber y nada más”
_” Entonces, ¿qué haré con todas las imágenes que tengo sobre mí?”
El sol en miniatura dentelleó intermitente durante unos segundos.
_” Ya habrá tiempo de verlas todas con calma”
_” ¿Cuándo?”
_” Será el día de tu muerte, durante la agonía, bajo cinco pares de manos canalizando amor y paz a lo largo del cuerpo físico que se despide, en la tranquilidad de una obra bien hecha a tu paso por este plano de existencia, acompañada del cariño de los seres queridos que amas y has amado, los vivos y los que partieron antes.”
_” Entonces, adelante”_ digo poniéndome en pie.
_” Que así sea.”
Vértigo, fogonazos de colores jamás vistos, sonido de rocas moviéndose, pasos humanos, llanto de un bebe, ahora estoy volando, no siento la gravedad, hay luna en cuarto menguante anclada a un cielo malva, ahora desciendo, muy rápido, me falta el aire y abro la boca buscándole. Pierdo la visión, estoy ciega. Unos brazos suavizan el descenso, recupero la vista y veo el suelo, estoy intacta. Amanece entre nubes que dispersan rayos de luz tras unas colinas que desdibujan una ciudad desconocida, mis pies tocan tierra y la ayuda me abandona, pero las piernas no me sostienen, así que caigo sobre un costado. Levanto la cabeza e intento adivinar dónde estoy, reconozco una higuera y varios olivos, hay un prado pequeño donde un burro pasta indiferente a mi presencia.
Me incorporo y siento algo de frío, entonces me doy cuenta de que visto una indumentaria de tres piezas de un tipo de tela cosida a mano, completamente nueva para mí. El pelo se oculta bajo un amplio pañuelo azul cuyos bordes doblados descansan sobre los hombros y llevo sandalias de cuero áspero y oscuro que empapa el rocío de la mañana. No se que hacer ni a dónde dirigirme. Estoy perdida en un sueño perdido en el sueño de mis recuerdos recuperados. Y eso no arregla las cosas.
_” ¡Yood!, ¿estás ahí?”
No hay respuesta.
A lo lejos observo a un grupo de hombres jóvenes y de mediana edad, camino a los campos de labranza que se abren a la vista a medida que el sol  se impone a la oscuridad.
_” Yood, ¿dónde estás?”_ llamo enfadada a mi guía.
_” No está”_ contesta una voz _ “Pero, estamos nosotros”
Doy un brinco y descubro a Ubel a mis espaldas acompañado de un desconocido. De un salto me abrazo a su cuello mientras doy gracias al cielo por haber encontrado a alguien en tan extraño lugar.
La mirada del arcángel devuelve paz a mis sentidos. Ubel pone sus enormes manos sobre mis hombros, hurgando en el fondo de mis ojos.
_” He venido con mi mejor amigo”_ y se aparta para que le vea.
Doy unos pasos y le tiendo la mano como saludo.
_” Mucho gusto, me llamo…”
_” Sé tu nombre”_ Interrumpe el desconocido que, a continuación retira hacia detrás la capucha, dejando al descubierto una cabeza coronada por un pelo castaño de suaves hondas y una barba que enfatiza la aguileña nariz sobre unos labios gruesos y sensuales que armonizan con dos enormes ojos de grandes pestañas._”Y tú, el mío”_ concluye.
En aquel momento las nubes se abrieron y un rayo de sol iluminó el  verde prado.
Entonces estrechó mi mano. Y el tiempo se detuvo. Vi a Ubel esbozar una sonrisa de complicidad con el desconocido. La verdad abrió un surco en mi corazón y un nudo apretó tanto la garganta que inqué las rodillas a los pies del amigo del arcángel.
Éste se agachó y sin apenas esfuerzo me levantó por las axilas.
Me habló con el mismo amor que a una hermana pequeña_” Póstrate ante mi Padre, no ante mí, que soy sólo su hijo”
Supliqué  a Ubel con el rostro, ya que no tenía palabras para mi boca, que me ayudara a entender lo que estaba sucediendo y él, tan directo como siempre, se cruzó de brazos como si tal cosa, diciendo.
_” Vamos, pequeña, si le conoces desde niña, ¿Quién sino él te acompañaba en tus aventuras por cuevas y bosques? ¿Quién creías que te protegía de tus imprudencias y accidentes? ¿Crees que no te escuchó en tus momentos más negros? ¿Recuerdas a tu amigo invisible? Creo que tiene algo que decirte esta mañana”
_” ¿A mí?”
_” A ti no”_ dijo el acompañante_” A tu memoria”
Y me estrecha en un abrazo inolvidable, agregando a continuación.
_” Viajera del tiempo, gracias por venir. Conoces mi historia y mi destino. Nada cambiará los acontecimientos, pero tú eres parte del futuro. Ha ese futuro me dirijo. He cuidado de ti y de los tuyos desde otra dimensión donde Yo existo multiplicado en infinitas partículas de mí Ser. Es hora de continuar el plan de mi Padre. No estás sola, Tienes el amor de Ubel y el mío propio. ¿Cuento contigo?”
Puse mi mano en su pecho y mirándole a los ojos confesé emocionada.
_” Si, lo que quieras ¿Cómo negarle algo a Jesús de Nazaret?”
Y aquel hombre llamado Jesús besó mi frente en lo que considero mi verdadero bautizo en el amor más grande que pueda uno imaginar. 


       

domingo, 5 de junio de 2011

Viaje a la semilla (Cap 12)

Mientras mi esposo descubría secretos enterrados, yo estaba de pie mirando a través del vidrio de una de las enormes ventanas orientadas hacia la ciudad y la noche.
El reflejo de Ubel acercándose a mis espaldas con las alas desplegadas y más varonil que nunca, estremeció la médula espinal. Así que me viré para verle en directo en el aspecto que me era familiar pero, al hacerlo, dí de bruces con la bella morena de curvas perfectas que nos acompañaba desde la tarde anterior. Llena de intriga, regresé la mirada a la pulida superficie y volví a verle como el hombre más hermoso que conozco y, al volver a él, una amorosa chica, de ojos de miel y acento perfecto me extendió una copa de vino extraído de una pequeña botella redonda con incrustaciones de piedras preciosas.
_”Por ahora, no hagas mucho caso”_dijo refiriéndose a su imagen reflejada_”Son cosas de los espejos y tu nivel evolutivo”
_”Gracias”_comenté mientras recibía el fino recipiente de tallado bacará_”De ahora en adelante, taparé con una tela el espejo de la ducha”
La sonrisa del ángel fue repetida por otra más allá del marco de la ventana.
_”En general, ¿cómo estás?”
Bebí un sorbo generoso y le dejé viajar hacia mis íntimos sentidos no sin antes notar lo dulce que era.
_”Creo que bastante bien”_respondí desde la sinceridad, y añadí_”Han sido muchas emociones para tan breve espacio de tiempo. De veras que todo es nuevo, y sin embargo, a la vez me resulta familiar. Es como si de alguna forma estuviera de ante mano preparada para lo que nos está sucediendo.”
_”Tienes razón, pequeña mía. Ves que hay nuevos amigos en escena; ellos van a jugar un papel muy importante en los acontecimientos que se precipitan, Ornella está ahora mismo introduciendo a José en un concepto de informática completamente desconocido para el resto del mundo, esta noche serán convocadas otras dos personas que llegarán en tres días a Barcelona para formar un equipo de trabajo contigo y tu esposo. Todos son fruto de alianzas y hermandades forjadas durante años. Todos los implicados están unidos de alguna manera con la información que hay en tus genes, la misma que percibes en la textura de tus sueños.”
Quedé meditabunda acariciando el borde de la copa. Aquel licor no me resultaba conocido, ni tenía un sabor u olor identificable, pero no estaba mal y la primera cata había dejado un rastro de flores en la boca que hizo revolverse a algunos recuerdos asturianos.
_”Eras tú, ¿verdad?”
_”¿A qué te refieres, pequeña?”
_”Durante años he auto negado lo que me ocurrió aquella tarde en la cueva de la costa cuando, en medio de la oscuridad, tropecé con algo que impidió que cayera en el cauce de un río subterráneo que no veía”
_”Es que siempre fuiste un bicho raro ¿A quién se le ocurre ir sola, con a penas once años, a una cueva desconocida, sin luz ni planos? No podía dejar que murieras, aunque aquello me costó un buen baño de agua fría”
_” ¡Lo sabía! Me salvaste la vida, y yo caí de culo, del susto que me llevé”
_”El susto fue mutuo”
_” ¿Por qué lo hiciste?”
_”Hay muchas respuestas, y todas válidas. Escojo la mejor: Por amor ¿Y tú recuerdas por qué andabas, siendo tan pequeña, por aquellos parajes?”
_”Si, lo recuerdo. Mis padres habían emigrado a Alemania junto a miles de españoles y yo tenía mucho tiempo libre. Jamás me sentía sola, siempre estaba a mi lado una presencia que no inspiraba temor o preocupación alguna. Así que salía al campo o la costa, siempre acompañada de ese “alguien” que era mi amigo y mientras le sintiera a mi lado, nada malo me ocurriría.”
_” ¿Sabes quién era aquella presencia de la que hablas?”_ preguntó el ángel.
_” ¿Acaso tú?”_ deslicé la contra pregunta a la espera de una respuesta no muy traumática.
_”No”
_” ¿No? ¿Eso es todo?”
_”Exacto, estabas acompañada por un poder muy superior al mío, tenías un guía magnífico y poderoso, con ganas de que se cumpla una parte de sus sueños en la Tierra”
_”Ubel”_dije humildemente_”Que sólo era una niña, una inocente niña llena de curiosidad por todo. Que tuvo un amigo invisible tal como les ocurre a muchos niños que pasan etapas llenas de soledades. Una cría que al conocerte siendo tan pequeña, te sumó a sus cariños con la mayor naturalidad del mundo sin importarle que tuvieras alas y mis amiguitos no. De veras que pensé que eras tú, entonces ¿Al final, quién estaba conmigo en aquella época?”
_”La respuesta puede estar en eso que estás bebiendo, es un Recuperador de Sueños. Un producto alquímico escaso y único, capaz de poner en orden la información oculta en lo más hondo de los recuerdos. Allí se encuentran algunas de las preguntas cuyas respuestas buscas. No pongas esa cara, mujer, bebe el contenido que queda y siéntate”
Confieso que mientras tomaba asiento lo pensé un poco, no mucho, pero si lo suficiente como para enterarme de la responsabilidad de abrir mis cortinas interiores. Llevé la copa a los labios y la vacié de un solo trago.
El líquido se detuvo un momento en el estómago, sedujo sus paredes, encontró una arteria libre y viajó sin billete hasta el tallo del cerebro, allí sacó una brújula para orientarse y tiró recto hacia el hemisferio izquierdo a través de surcos y valles bajo la tibia bóveda del cráneo mientras, pintando graffitis con aerosol de colores sobre las desprevenidas neuronas, armaba tremendo escándalo en el circuito de gratificación de mi cabeza.
Después de un eructo y dos pestañeos, Ubel retiró la copa de mis dedos como medida prudencial. Para entonces, un sospechoso deseo de reírme de casi todo me estaba rondando las ganas porque las alfombras y los marcos de las ventanas habían comenzado a moverse sin sentido aparente.
_”A que fue una buena cosecha ¿verdad?”_dijo Exvet desde el extremo del salón.
_”No lo sé”_contesté con la lengua estropajosa_”Pero creo que estoy… ¡estoy pedo!”
_” ¿Y cómo te sientes?”_ preguntó Ubel.
_”Pues… ¿borracha?”
_”Pequeña,  quiero que sepas que, no estás borracha”
_”Ya, o sea que lo de las ventanas que se mueven es un cuento”
Exvet y Ubel se miraron a la vez y respondieron al unísono.
_”Si”
Entonces me sumí en la extraña naturaleza de un tipo desconocido de sueño. Un letargo intemporal y a la vez carente de sensación de peligro, como si de alguna manera, ya hubiera estado antes allí.

jueves, 2 de junio de 2011

La ventana del mundo (Cap 11)


José acompañó a Ornella por un pasillo de color blanco discretamente escondido tras una simple puerta junto a la entrada de la cocina. Al final, había una verja de pulidos barrotes de acero que conectaba con una bien iluminada escalera de caracol de amplios peldaños que se hundían en el subsuelo de la casa.
Una vez allí, bajaron hasta topar con un túnel, algo estrecho, que los condujo hasta una plateada compuerta blindada de casi dos metros de diámetro,  protegida por un sistema de apertura por código. Ornella se apartó para que José abriera aquel obstáculo.
_”Marca la siguiente combinación: WW-l8-02-60-LH-32-90-19-CU y memorízala.”
El cubano pulsó las teclas en el orden convenido y entonces se encendieron dos led azules en los extremos de la puerta. Una pequeña bandeja de cristal negro brotó del marco lateral derecho, se deslizó en silencio hacia ellos y al detenerse, los pequeños focos azules se apagaron, la superficie oscura del cristal se llenó de una luz color algodón que de inmediato se puso a parpadear.
_”José, pon tu mano sobre ella y no la muevas, serán unos segundos nada más”
Obediente, mi esposo colocó la derecha sobre el cristal y al instante, dos abrazaderas automáticas sujetaron el miembro por la muñeca dejándole fuertemente aprisionado. A continuación Ornella pegó su pulgar sobre el inmóvil dedo corazón de José y esperó hasta ser reconocida por el sistema de seguridad.
_”Este es un escáner de ADN”_ dijo sin bajar la presión del pulgar_”Ahora el ordenador está comprobando mi petición de invitación para que tú accedas al espacio posterior. Aquí se entra por invitación, aunque una vez que seas admitido, no la necesitas.”
_”Me está pinchando”_ se quejó José.
_”Así es, la máquina está verificando que estás vivo, que no se trata de una mano amputada que un intruso quiere usar como llave de entrada, cuando compruebe que eres una entidad biológica autónoma, que tus constantes vitales son las propias, podrás retirarla quedando tus datos en la memoria virtual.”
_”Ornella”
_”¿Qué?”
_”Tú siempre hablas así?”
_”¿Cómo?”
Sonó un bib y las abrazaderas dejaron libre la mano de José, éste se miró las yemas que estaban más rosadas que de costumbre.
_”Es que, caramba, me cuesta pensar que veas a los humanos como entidades biológicas autónomas ¿Te imaginas cómo suena que yo le diga a mi mujer *cariño, eres la entidad biológica más guapa del mundo* Me mataría.”
La trooper lanzó una carcajada que la humanizó un poco más.
_”Si, tienes razón, debo cuidar el lenguaje, mi vida social es algo escasa o tal vez sea que aquí abajo me siento más cómoda conmigo misma, es mi reino, yo le llamo, La Ventana del Mundo”
José miró el a su alrededor.
_”Pues no se ve mucho paisaje, que digamos”
La chica pasó la mano frente a un pequeño sensor y la gruesa puerta de pulido gris les dio paso hacia otra galería con una ligera pendiente hacia abajo.
_” ¿Seguro? ¿Qué tal llevas tu capacidad de asombro?”_ preguntó algo pícara mientras invitaba a seguirle.
_” ¡Uf! A estas alturas ya creo hasta en Papa Noel”
_”No está mal, el personaje del que surgió la leyenda era uno de nosotros, un viejo “Sombra” tan simpático y cachondo que terminó siendo el mito de navidad que conocemos hoy día. Hemos llegado”
Y allí, en apariencia, no había nada. Solamente aire detenido, bastante humedad y una blanca pared de aspecto rugoso que impedía el paso cual fin de un camino.
_”Ahora no te muevas”_pidió la Trooper.
Obediente, José no dio un paso más y Ornella, con una mano sobre el corazón, habló mirando a la pared en el dialecto de los ángeles de las Islas Canarias.
_”Ywa Nawá, egg gó, a hiennée”_(Hola Nawá, soy yo, quiero entrar).
La supuesta pared comenzó a emitir un ligero zumbido que fue en crescendo hasta ser completamente audible, la superficie rugosa se transformó en un extraño portón de color verde amarillento, plagado de figuras geométricas en bajo relieve que tenían en su interior signos indescifrables de un lenguaje completamente desconocido para José.
_”Continúa inmóvil”_insistió Ornella_”Deja que te huela”
_”¿Qué me huela? No parece un perro”
_”Es algo mucho mejor que un perro. Estás ante Nawá, una entidad no terrestre que cuida el acceso a La Ventana del Mundo, es materia viva. Y tiene consciencia. Sólo se pone así de verde cuando está bajo el estrés previo a un ataque defensivo, en el caso de que interprete tu llegada como un peligro, se protegerá lanzándote proyectiles sónicos”
_”Eso suena un poco siniestro”_comentó el cubano en el mismo tono de voz que usamos cuando estamos visitando un mausoleo.
Nawá dejó de zumbar, volvió el silencio y del verde amarillento dejó paso a un violeta brillante.
_”Ya te ha olido, eres aceptado. Ahora la entidad espera tu saludo”
La idea de hablarle a un portón necesitó unos segundos para abrirse paso en la cabeza de José, entre que se asentó en algún lugar del cerebro y el enviar señales al consciente para convencerse de no estar viviendo un episodio de locura, llevó lo suyo.
_” Ywa Nawá, gó egg José”_ (Hola Nawá, yo soy José) y se quedó en blanco, sin saber qué más decir.
Vibraron los bajorrelieves cargados de símbolos ignotos y una voz no humana se dejó escuchar con atronadora fuerza.
_”¡Jooo Zeee!
_”Si, bueno, más o menos, ése soy yo”
Y con sonidos de carillón, majestuoso y antiguo, Nawá dio entrada a una Trooper y un humano al interior de la bóveda blindada oculta en la montaña, lejos de las miradas de la ciudad, a espaldas de cualquier institución gubernamental, fuera de los controles del Estado, indetectable a rastreos térmicos y barridos digitales, encapsulada en la oscuridad de la piedra protectora.
Temblores llenaban la voz de José cuando, a la vista de incomprensibles maravillas, dejó escapar del pecho una pregunta.
_”¿Esto es lo que llaman Encuentros en la tercera fase?”
_”Si José, bienvenido a mi sitio de trabajo. Bienvenido a la Ventana del Mundo”