jueves, 5 de mayo de 2011

Exvet (Cap 5)


Al cabo de una hora, Ubel parecía haber recuperado no sólo sus recuerdos, sino también la capacidad de ordenar los minutos venideros sin dejar entrever muchos detalles a través de las costuras de su particular conducta.
Para protegernos del frío en aquel recodo de las murallas, salimos de nuevo al asfalto y nos detuvimos a la entrada del castillo que, a esa hora, no tenía a penas visitantes.
Indagué un poco sobre los pasos pendientes y lo más que saqué fue una media sonrisa junto a un “Espero a uno de mis Maestros” que dejó en mi pecho más dudas e inquietudes que cualquier otra cosa porque, siendo Ubel un arcángel de tal categoría, imaginé a un Maestro suyo como alguien súper dotado, no se… con más alas, más envergadura, rostro severo, mirada insondable, gestos inescrutables, en fin, parecido a uno de aquellos profesores de la escuelita de mi pueblo natal, frutos de una época en la que la letra entraba con sangre y había mucho rigor entre las paredes de los centros educativos.
De todas formas, si tocaba esperar, esperaríamos en el marco de la profunda confianza que despertaba en nosotros esta relación venida del cielo, en la seguridad añadida a cada minuto vivido a su lado y, sobre todas las dudas, la meridiana certeza de que su presencia era un tipo muy singular de bendición.
Sentados los tres en un banco de madera, el ángel se puso a cantar muy bajito, como en un susurro, mirando un punto en el cielo, más allá de las nubes, que luego supe que se trataba de la Estación Orbital Internacional a su paso por el Mediterráneo. Entonaba un canto que al principio me pareció triste, en su idioma, sin levantar la voz, dejando resbalar la melodía sobre el relieve ancestral de aquella misteriosa fonética.
Miré a José, que le escuchaba embelesado, pidiéndole que tradujera. Mi amor sacudió la cabeza como volviendo de un sueño y afinó el oído.
_”Está cantando en el dialecto de los Ángeles del Norte, es una variación del Uk, pero más moderno… es… un poema que dice más o menos:
“La niebla es un celaje que impide ver tus ojos.
Los mismos que acompañan mi andar bajo tu cielo.
Yo busco tu mirada, para que me proteja.
Yo busco tu sonrisa, yo busco tu calor.
En el instante mismo, sintiendo que me miras,
a ti dedico el vuelo, mis alas, mi amor.
Soy hijo de tus ojos, en ti confío, Señor.
En el instante mismo, sintiendo que me miras,
A ti dedico el vuelo, mis alas, mi amor”
Y alzando un poco la voz y los brazos, la preciosa morena, con ayuda de las manos, percutió un ritmo sencillo e irregular que me hizo recordar las ceremonias de ciertas tribus norteamericanas y, en unión de mi marido, a dos voces muy afinadas, entraron en un contrapunto musical, simple y pegadizo que se fue convirtiendo en exquisito Mantra de profunda espiritualidad.
_”¡Iwa dao, embodúi aji Dawa, querido Ubel, a ti dedico el vuelo, mis alas, mi amor!”_ exclamó una extraña voz desde la oscuridad.
Se hizo el silencio mientras una figura humana, alta, de negra gabardina y fino bastón, hacía su entrada bajo el cono de luz de la farola más cercana.
Portaba un lujoso sombrero Borsalino de color similar al abrigo que dejaba entrever un traje gris de exquisita confección, guantes de piel de ciervo de un suave color beige, corbata roja anudada a inmaculada camisa de seda blanca y zapatos cuyo valor superaba en varios meses, mi modesto salario.
Ubel se incorporó y fue a recibir al recién llegado.
Quedaron detenidos en medio de una sonrisa compartida hasta estallar en un abrazo que duró medio minuto. Al separarse, Ubel retrocedió un paso, inclinó la cabeza y tocó su pecho en señal de respeto hacia el desconocido que devolvió el saludo con iguales gestos.
Una vez concluido el singular protocolo, el ángel tomó por el codo a su amigo y lo acercó a nosotros. Al llegar, se descubrió la cabeza ofreciéndonos la imagen de un señor que aparentaba unos setenta años muy bien llevados y que poseía las facciones más hermosas que yo había visto en anciano alguno. Junto a sus ojos de un azul insondable y un ovalo de rostro en equilibrio con la cuidada barba blanca que mostraba, aquel personaje mostraba una figura incongruentemente atlética para la edad que presuntamente debía tener.
Asida del brazo de José, puse ese tipo de cara que surge cuando en el fondo una no sabe qué hacer ante acontecimientos inesperados, dibujé una media sonrisa en el lado derecho y sostuve mi mirada en el centro del torrente de la suya.
_”¿Son ellos?”_ preguntó a Ubel sin dejar de mirarnos.
_”Así es, Maestro”_ respondió el ángel
Sus ojos saltaron de los míos y escrutaron a José que, algo incómodo con el examen, le soltó un “Hola ¿qué tal?” por decir algo o tal vez romper el hielo.
El visitante pestañeó y sujetó el sombrero con ambas manos.
_”Perdonad mis modales”_ dijo en tono sincero _ “Esperaba este día con mucha ansiedad y alegría, al fin ha llegado y me siento honrado de conocerles”
E inclinó ligeramente la cabeza en un gesto social más propio de otra época.
_”Queridos míos”_dijo Ubel_”Les presento al señor Don Rodrigo de Aranzazu, mi Maestro”
Don Rodrigo movió circularmente las manos indicando que Ubel exageraba mientras mostraba una dentadura demasiada perfecta para ser de este mundo.
_”Gracias, querido amigo, pero ustedes”_acotó mirándonos_”podéis utilizar mi verdadero nombre. Me llamo Exvet… Y soy un ángel.”
_”Ah”_ fue todo lo que pude decir mientras movía la media sonrisa hacia el lado izquierdo.
Ubel le tocó cariñosamente una hombrera.
_”Es más que un ángel, es un Trooper, un ángel de combate, alguien que se sacrifica al máximo viviendo entre los seres humanos y haciéndose pasar por uno de ellos, aunque eso signifique tener un ciclo vital muy corto por culpa de la densidad de este plano dimensional en que estamos.”
Mientras Ubel explicaba quien era nuestro nuevo amigo, éste no dejaba de hurgar en el fondo de mis ojos, por un instante creí recordar ese aparatito con luz que usa mi oftalmólogo cuando voy a su consulta.
_”Entonces, es ella”_ dijo girando el rostro hacia Ubel.
_”Si, Maestro, es ella”_ contestó el ángel.
Exvet mordió la piel de ciervo, extrajo el guante de su diestra y sujetó mi mano izquierda.
_”Querido Ubel, no es desconfianza pero ¿Me permites observar su Ki?”
El ángel hizo un gesto afirmativo y, dirigiéndose a mí, Exvet pidió licencia para tomar la muñeca entre su índice y pulgar. Accedí  e inmediatamente presionó esos puntos. A continuación sentí algo frío subiendo por el interior del brazo hasta llegar al corazón. Allí se detuvo y desapareció.
El Trooper retrocedió un paso, agachó la cabeza y se tocó el pecho.
_”No hay la más mínima duda. Ella es la Guardiana de la Memoria. La señal es clara y luminosa. Querido Ubel, el oráculo se está cumpliendo. La conjunción de Las Almas, está en camino”
Y entonces, besó mi mano.       

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