viernes, 13 de mayo de 2011

El Concilio (Cap 7)

Mucho más relajados, Exvet nos invitó a hurgar en su despensa con el propósito de improvisar una cena humano-celestial con los productos que atesoraba en ocultas cajas de exóticas etiquetas. Aprovechó para enseñarnos lo que él denominaba “Su morada” que resultó ser un sitio lleno de sorpresas.
Fue en aquella velada que José y yo supimos algo de la curiosa historia de los Troopers, un singular linaje angélico desconocido para el gran público y a la vez, lleno de secretos por conocer y estudiar, por eso, y a grandes rasgos, me limitaré en su conjunto, a la historia de Exvet porque el tema es muy extenso y complejo.
El 8 de Junio de 1864, en las afueras de Alfreton, Condado de Derbyshire, Inglaterra, el cielo amenazaba tormenta, eso no impedía que una  comitiva de coches tirados por briosos caballos, fuera dejando, a lo largo de la mañana y la tarde, a  visitantes venidos de varios rincones del mundo que desembarcaban apresuradamente, al amparo de solícitos paraguas, en la entrada de la imponente mansión de Lord Burdock, un rico comerciante de productos de ultramar, amigo personal de la reina Victoria, confesor de grandes secretos de Estado y una de las pocas personalidades que gozaban del privilegio de entrar, sin anunciar visita, en el  Palacio de Buckingham y ser recibido en audiencia privada por su majestad sin que se supiera absolutamente nada del contenido de aquellos encuentros. Con el eterno y misterioso aval de la casa real, Lord Burdock era, para algunos, un personaje peligroso y escurridizo ya que nunca participaba de los chismes y cabildeos de la corte, para otros, resultaba tan enigmático que, daba miedo, porque su presencia se hacía notar en la toma de decisiones políticas de la reina, sobre todo aquellas que afectaban directamente a las personas menos favorecidas, tal como ocurrió, veinte años antes en Irlanda, durante la hambruna de 1845, que provocó el dramático éxodo hacia América de muchos miles de sobrevivientes en busca de una segunda oportunidad. Gracias a los extraños oficios del señor Burdock en implicar a su ilustre monarca en tan sensible asunto, fue condecorado con el titulo de Lord, para envidia y urticaria de muchos que no entendían las razones de tanto apego por este hombre carente de nobles antepasados.
Pero aquella mañana del 8 de Junio, Burdock observaba inquieto desde el ventanal de su estudio bajo la torre del segundo campanario, la llegada de aquellos hombres de rostros serios que bajaban de elegantes y prácticos carruajes enviados por él para recogerles a su arribo a las fronteras imperiales por diferentes puertos marítimos.
Puntualmente, el mayordomo le informaba del progreso de la lista de convocados y su hospedaje en las múltiples estancias que tenía la casa, así como los preparativos del banquete nocturno.
Hacia las cuatro de la tarde, al paso del último convidado, las gruesas puertas de la Mansión se cerraron con  llaves y todo el personal de servicio, a excepción del mencionado criado, el ama de llaves y tres doncellas, fue relevado de sus funciones por orden directa del Lord; pasarían el resto del día en sus hogares o en pensiones de la cercana ciudad de Blackwell.
A las nueve de la noche, sentados en una gigantesca mesa oval de recio roble, cubierta por un fino mantel de lino de India, inmaculadamente blanco y suave, provista de manjares de todo tipo y vinos traídos de viñeros lejanos, iluminados por un centenar de grandes lámparas de aceite repartidas ingeniosamente por paredes y rincones del abovedado techo del gran comedor, quince figuras engalanadas con puntillosa etiqueta,  esperaban la llegada del anfitrión. A la hora en punto, con precisión británica, Lord Burdock ocupó un lugar en el extremo de la mesa y se hizo el silencio.
Sus octogenarios ojos barrieron con amor la concurrida estancia y una sonrisa, amplia y perfecta, iluminó las ventanas tras las cuales, un aguacero barría con sonidos de jadeo la campiña circundante.
_”¡Imári Duk, Zevooléj, Mi Jawa” (Sean bienvenidos en mi casa, hermanos) _Dijo con recia voz el anciano, en el dialecto de las Tribus Angélicas de If.
Los invitados contestaron, casi al unísono, con agradecimiento en el mismo idioma y subieron una mano hasta el lugar que ocupa el corazón.
Se daba inicio a lo que se conoció cómo El Concilio de Alfreton. La más importante reunión de un tipo hasta entonces desconocido de ángeles cuya labor fundamental era la de recopilar información sobre los seres humanos y transmitirlas a los arcángeles como parte del modelo de aproximación de conducta necesario para mantener las alianzas entre ellos y nosotros dentro del complicadísimo marco que el libre albedrío imprime a los actos del hombre en su relación con el planeta, sus habitantes y el Universo, que les obligaba a vivir, repartidos en todas las capas sociales, como nosotros, entre nosotros, renunciando a la inmortalidad propia de sus hermanos alados aunque conservando intacto el origen de su consciencia y su Alma de ángeles gracias a ser maestros en fabricar identidades acordes a los propósitos y metas por alcanzar.
Se llamaban a sí mismos “Sombras”, porque amaban las artes del sigilillo y el engaño para no ser detectados. Cambiaban de ciudades y países cuando sospechaban que tras ellos había personas tomando nota sobre lo extraño de su ausencia de envejecimiento o las milagrosas autocuraciones de las que eran protagonistas al implicarse en las infinitas guerras del hombre, actuando en la mediación de los conflictos y la salvación de los más vulnerables e inocentes. Un “Sombra” es un ángel, pero sólo la mitad. Su otra mitad es similar a la mía y nace como fruto de varón y hembra humana. Es un Alma que libremente escogió a sus progenitores como vehículo para venir a realizar una determinada labor de amor y paz, volviendo, al cabo de trescientos años, a La Fuente.
Al principio, es un niño como otro cualquiera, recibe una educación según el estatus de su hogar. Aprende oficios y ama a sus padres sin que ellos sepan que es un ángel, a cambio, éstos gozarán de buena salud y armonía familiar muy lejos de la sospecha sobre las razones de su prosperidad. Un “Sombra” cuidará hasta el último aliento a sus padres, no tendrá hermanos ni tampoco lazos especialmente fuertes con las familias de sus progenitores. Al morir estos, queda roto el vínculo, el “Sombra” para entonces ya posee una base suficientemente sólida con la que empezar a vivir otro tipo de vida, cambiando de comarca o continente y adquiriendo una identidad muy bien escogida de ante mano con el fin de recabar información sobre nosotros y compartirla con el arcángel correspondiente al Arco Operativo donde viva. Así, hasta el final de su cuerpo material.
Pero la suerte y la historia de los “Sombras” cambiaria a partir de aquella lluviosa noche británica gracias a uno de sus mayores dones o poderes, la facultad de percibir el futuro, razón por la cual los mensajes que tales augurios proyectaban en sus mentes hicieron necesaria la emisión mundial, encajada en los sueños nocturnos, de una señal de alarma reservada para casos extremos. Le decían, La Llamada.
Los escogidos no venían de la mano del azar. Los convocados a la Mansión representaban a países y regiones muy específicas. Ninguno vaciló en acudir. Lord Burdock era un “Sombra” a punto de volver a La Fuente y atesoraba prestigio suficiente para ser el intermediario ideal entre los máximos representantes de El Creador y los acuerdos salidos del Concilio. Sabían que oscuros acontecimientos afectarían, para siempre, el modo vivir en este mundo y encontrar nuevos caminos de ayuda a los humanos era una prioridad impostergable ante la enfermiza costumbre de éstos por la opción de la espada a la hora de resolver sus diferencias.
Por esa razón, y en los albores de su viaje final en este plano de existencia, Burdock sintió la necesidad moral y práctica de acometer la difícil tarea de convencer a los arcángeles para crear un nuevo tipo de “Sombra” a la que bautizaría con el nombre de “Trooper” que tendría diferencias con sus hermanos antiguos y que estaría preparado para asumir las enormes consecuencias de vivir en la siguiente centuria bajo una aterradora palabra llamada Tecnología.       

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