sábado, 30 de abril de 2011


Un ángel en mi patio (Cap 1)
José Antonio Quesada
PARTE II

_”Recoge que te vas para Cuba”_ dijo el celador de la prisión una mañana de pertinaz lluvia.
Un par de horas después, con la mente extraviada por la brusquedad del cambio, más una reunión en el despacho de Fontanilla, José entregó en la armería los pocos efectos bélicos que le quedaban y repartió entre sus allegados paquetes de cigarrillos que no necesitaría en el futuro.
La noticia de su salida hacia Luanda corrió como pólvora, incendiando peticiones de envíos a la Isla, cartas apresuradas, fotos húmedas de química de revelado, pequeños presentes para hijos y esposas pero, sobre todo, aquello que jamás José había pedido; ser considerado algo de lo que no se sentía protagonista.
Talismán, sanador, brujo, resucitador, desviador de proyectiles, inmunizador de enfermedades, protector de aviadores, reparador de impotencia masculina, hijo de los dioses africanos, sobrino del diablo, ahuyentador de la mala suerte, conservador de matrimonios, espiritista, protector de la buena suerte, experto en pócimas y ungüentos mágicos, entre otras muchas leyendas, que no ayudaron mucho a calmar los nervios en el breve espacio de su vuelta a casa.
Casi toda la base fue a despedirlo y aquellos que no lo hicieron, por estar en puestos de combate, enviaron saludos y bendiciones.
Sobre las doce horas, la lluvia casi se torna en temporal dejando en duda la posibilidad de volar aquel día pero, contra todo pronóstico, el durísimo y legendario Antonov 12 apareció entre las nubes bajas y aterrizó aparatosamente abriendo las compuertas hidráulicas sin detenerse completamente en clara señal de que el despegue sería en breve.
Minutos antes de autorizar subir al transporte, el General Fontanilla entró en la pequeña sala de espera, apartó con el filo de su mirada a José del grupo y lo llevó a un rincón junto al lavabo.
_” ¿Sabes por qué te vas para Cuba, soldado?”
_”¡Si, compañero General! Estoy loco de remate”_Confesó en posición de firme.
_”Muy bien, muy bien”_ dijo el General frotándose las manos ante un guión perfectamente aprendido_”¿Y que tienes?”
_”Esquizofrenia, compañero General… y dos o tres cosas más”
_”Correcto, soldado, óyeme lo que te voy a decir, hay un vuelo para La Habana pasado mañana. Hay gente con más meritos que tú que se va a quedar en tierra para que agarres ese avión y te pires. Yo quería ver por mis propios ojos si te había quedado claro lo que ponía el documento que te di para firmar. Te recuerdo que jamás, bajo ninguna circunstancia, puedes hablar sobre lo que ha pasado aquí, en Luena. De hecho, aquí no ha pasado nada. Ése es el acuerdo ¿Entendiste?”
_”Si, entendí”
Por un altavoz dieron la orden de embarque y una veintena de soldados y oficiales comenzaron a moverse junto a sus morrales.
El General les cubrió con una mirada que incluía algo de envidia, algunos de ellos viajaban para ser destinados a otras unidades, pero otros volvían a la patria, José, en posición de firme, ni pestañeaba.
_”General”_dijo prudentemente _” ¿Puedo irme?”
Fontanilla hizo un mohín de resignación y regreso a José.
_”Si, claro, puedes irte… ¡Ah! Una última cosa… no es que crea mucho en eso pero ¿Tienes alguna información sobre…no sé…si saldré vivo de esta guerra?”
José miró la aeronave, los últimos de la fila ya estaban entrando.
_” ¿De mi respuesta depende que suba a ese avión?”
_”No, te juro que no”
Se tomó un par de segundos de reflexión antes de seguir.
_”Ocurrirá este mismo año, será durante un viaje con otros oficiales del Estado Mayor, usted no podrá oponerse a volar porque las órdenes se acatan y también porque no tendrá argumento que explique ese tipo de ausencia. Su vuelo será confundido con tráfico enemigo y una batería cubana disparará dos cohetes antiaéreos contra el aparato en que viaja”
_” ¿Y cómo puedo evitar que ocurra?”
_”No puede, ya está escrito”
_ ¿Estás bromeando conmigo? ¿Esto es algún tipo de venganza?”_preguntó Fontanilla a medio camino entre el asombro y la sonrisa forzada.
_”No compañero General, se llama “Visión remota” y nada podemos hacer para evitar que eso suceda”_José enfatizó el plural de “podemos” para dejar claro que hay cosas cuya naturaleza está más allá del control y capricho humano.
Fontanilla se cruzó de brazos y dio unos breves pasos sobre el cemento pulido de la sala de estar.
_” ¿Sufriré mucho?”
_”No, si se sienta junto al ala izquierda, no. Allí dará el primer impacto, sólo será un segundo, el resto de sus compañeros sentirán, durante medio minuto, cómo cae sin control un avión al que le falta un ala hasta que el otro cohete de en el centro y los mate a todos, nadie llegará vivo al suelo. Con su permiso, adiós”
José colocó la mochila en la espalda, el General quedó allí, como una imagen en blanco y negro, escuchando al Gran Cronómetro marchar a ritmo inverso.
Salió a la lluvia pero se detuvo un momento para decirle al jefe, por encima del ruido de los motores, algo que le quemaba las tripas.
_” ¡Pero aún tiene tiempo para algunas cosas! ¡Dígale a su hija que le quiere, que ha pensado en ella cada día! ¡Escríbale a su padre, sé que vive en los Estados Unidos y es un país enemigo, da igual, dígale que le ama! ¡Que la sangre es la sangre! ¡Reconcíliese General! ¡Reconcíliese y váyase en Paz! ¡Yo le bendigo!... ¡Yo le perdono!”
Trotó hasta la escalerilla lateral y buscó acomodo donde pudo. El piloto aceleró un poco y alcanzó la otra punta de la pista, giró sobre su eje e invirtió el sentido buscando el viento en contra, puso a tope los limpia parabrisas y las revoluciones de las hélices, soltó freno y liberó a la bestia.
Las gotas en la ventanilla cobraron vida propia, a medida que ganaba velocidad, improvisaban coreografías imposibles hasta quedar hechas finas hilachas que distorsionaban la visión de un angelito que ascendía en paralelo lanzando besitos y abrazos amorosos.
Entonces, con la cara pegada al cristal, José comenzó a llorar y fue un llanto venido de fuentes muy profundas, nacido en el núcleo del alma, abundante y silencioso como si en cada lágrima sacara hacia afuera la amargura acumulada, la tristeza prisionera, la pérdida y la desesperanza que le arrebató aquella maldita guerra.
Lloró por todos los muertos, los propios y ajenos, por los inocentes atrapados en la tormenta de plomo, por el ubicuo absurdo de falsos homenajes, por los héroes y sus tumbas, por el José que un día fue y que, de algún modo, tendría que recuperar después de ver el color de los dientes de la muerte, por la novia que no le esperó, por los amigos perdidos, por las medallas sin nombre, el llanto de su madre, por los signos sospechosos de una vejez precipitada.
Pero sobre todo, lloró la perdida de la inocencia, el duelo por una ideología brutal que se pudrió en sus manos cuando vio la cara oculta de los libros de marxismo. Por la revelación de unas verdades que le colocaron, cual pieza sustituible, dentro de una máquina terrorífica inventada para doblegar voluntades a golpe de promesas y mentiras. Por ayudar a crear un régimen totalitario condenado al fracaso pues partía de un génesis sangriento y violento que siempre desechó otras opciones de convivencia.
Siguió llorando una hora más, siempre mirando África desde las alturas, hasta que la fatiga le dejó profundamente dormido y las manos anónimas de los compañeros de viaje colocaron una manta sobre sus hombros para cubrirle del frío mientras el avió subía más y más evitando misiles enemigos en el oficio de llevar las frágiles vidas de aquellas personas a la sucia y sonora capital de Angola.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
A finales de Diciembre de 1986, José fue licenciado de las fuerzas armadas. Un año después comenzó a trabajar para el servicio exterior en labores vinculadas a la cultura de la Isla que le llevaron por México, Nicaragua, Venezuela y República Dominicana. En Europa vivió en   Bulgaria, Alemania, Francia, Portugal y España, en la ciudad de Barcelona, lugar donde a finales de 1991 le conocí en una exposición dedicada a su país.
Hubo magia, encendimos lámparas en el cielo y en la despedida notamos la extraña y mutua sensación de haber hallado  a la persona con la que echar el resto de la vida.
Pero le dejé ir. Hay alas que no se deben tocar. Brújulas marcadas en los destinos opuestos de nuestras cartas de navegación.
Sin embargo ¿Son fiables esos mapas? Es que tenía ante los ojos la encrucijada del empeño y el olvido. Abandonar o continuar.  ¿Y si doblo la cúpula del cielo en el intento de ver más allá del horizonte? ¿Si le pido al Misterioso Dibujante que, por favor, acerque las costas en el pergamino? ¿Y si no me rindo, planto una bandera y declaro mi beligerancia contra la soledad? ¿Si cambio el dejar que las cosas pasen por un hacer que las cosas pasen…a mi favor?
Entonces, desplegué los pétalos de la paciencia, me hice amiga de los almanaques y los relojes intuyendo que el tiempo no era mi enemigo sino más bien, un espacio dedicado a la maduración de una fruta llamada felicidad. Y que aspirar a ella, era en realidad el mejor acto reivindicativo de un sagrado derecho universal.
El derecho a buscar amor, defender el amor, sentirme amada y disfrutar ofreciéndolo.
Por eso, jamás cerré las ventanas, ni tranqué las puertas del espíritu para que su recuerdo compartiera mis atardeceres.
Cuidé el tatuaje de su paso por mi piel, mantuve limpia la arena y surtida de troncos la hoguera de los sentimientos con la intuitiva seguridad de que, un día no lejano, el viento rajaría las velas de aquellos viajes de locura y las olas traerían a mis pies los restos de su naufragio.
Entre cartas, llamadas y postales, supe que seguía desandando fronteras, llevando identidades diferentes, habitando mundos paralelos repletos de camas frías, carreteras complicadas y aeropuertos remotos. Hasta que nos reencontramos fugazmente en el verano del 92 y la alquimia para fabricar sueños se puso en marcha.
Fue en una helada madrugada del invierno de 1994 en la preciosa Lausanne, Suiza, país al que se fue a vivir cuando rompió todos los lazos con el gobierno cubano, que inconfundibles señales de amorosa esperanza  tomaron por asalto nuestros corazones.
En Febrero de 1995 llegó definitivamente a mi lado y ahí sigue, formando parte de mi historia personal gracias a que él me incluyó en el día a día de la suya en medio de acontecimientos sin aparente conexión que, una vez pasado los años, terminaron encajando perfectamente en el complejo rompecabezas que mucho antes había preparado el arcángel Ubel y sus colegas celestiales para que ambos nos conociéramos y estuviéramos juntos para siempre más allá del amor, el tiempo y la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario