lunes, 5 de septiembre de 2011

Andorra (Cap 25)



Llegaron a Ámsterdam a finales de otoño por una avería que les obligó a recalar en Terranova. La dura goleta soportó bien los bandazos del mar del norte pero para continuar  hubo de reparar el mástil principal. Eso no impidió que aquella tarde, poco antes de la puesta del sol, la “Spiekeroog” hiciera su espectral entrada en el  neblinoso puerto holandés y horas después, amparados por la oscuridad, Vinicius y sus hombres, ayudados por el fiel sirviente de Kraus, desembarcaran con sigilo el baúl que a continuación metieron en un carruaje cubierto de lona negra.
Allí, a orillas de las aguas mansas, frente a los almacenes de los que brotaban olores de medio mundo, el portugués reunió a sus fieles compatriotas. Les fue dando la mano uno a uno, primero a Rui Medina, por haber conocido a Ubel, después a Joao Alberto, por ser un incasable trabajador y por último al joven y fuerte Miguel de Sousa, por su eterna y callada confianza en él.
_”Aquí se separan nuestros caminos”_les dijo con un nudo en la garganta_”Hemos vivido juntos muchas aventuras y pudimos cumplir con el propósito principal que nos separó de nuestros hogares. Ahora poseéis una pequeña fortuna ganada honesta y duramente, debéis pensar en vuestras novias, madres y esposas  que os esperan en Portugal. Intentad retomar el hilo de vuestras vidas sin olvidar que ninguna fatalidad podrá romper los lazos que unen nuestra amistad.”
Rui Medina respiró profundamente y negó con la cabeza, Vinicius le observó interrogante y entonces Rui dijo simplemente_”No”.
_”Queremos continuar a su lado, señor Vinicius”_ agregó Joao.
_”Creemos que esto aún no ha acabado y que podemos seguir siendo útiles”_ añadió el joven Miguel.
Vinicius miró a Kraus y éste caminó unos pasos hasta quedar a su lado.
_”Para no ser “Sombras”, son bastantes tercos”_le dijo al portugués mientras se cubría la cabeza con la capucha de la capa ante el inicio de una fina lluvia que sacaba brillo al empedrado de la calle.
Vinicius no pudo evitar un mohín de orgullo al responder.
_”Son hombres de mucha grandeza, han visto cosas que otros no pueden ni soñar, pero me cuesta pedirles más sacrificios, querido amigo”
_”Si lo hacen por amor”_reflexionó en voz alta Kraus_”Si les hablas claro y explicas los nuevos peligros a los que pueden enfrentarse, no se… si estuvieran bajo mi mando… contaría con ellos”.
Vinicius miró en el fondo de los ojos de Kraus, su amigo y compañero “Sombra” hermanado por obra y gracia de los ángeles para mantener los puentes entre el cielo y la tierra, entre la locura y la sensatez y allí, en el abismo de aquella mirada, supo que había franqueza y sabiduría.
_”Ellos desconocen la segunda parte del plan”_ dijo preocupado el portugués.
_”Con más razón. Recuerda Vinicius que soy mayor que tú, he visto muchos amaneceres, los suficientes como para saber que ahora más que nunca toda ayuda debe ser bienvenida. Tenemos una revolución en Francia. En tus años de ausencia, las cabezas más ilustres de la monarquía rodaron sobre los adoquines de París. Cuando la ciudad estalló, nació una nueva era. Incluso, varios de los nuestros murieron en el intento de evitar las masacres descontroladas, aunque nada pudo impedir que de tanta violencia brotara otra forma de ver la justicia y las leyes de los hombres. Yo no apoyé el crimen, ni los juicios falsos, pero aquella Francia de los reyes era una manzana podrida que se caía a trozos. Si embargo,  hoy Bonaparte ocupa un trono al que se subió a  hombros de la República, repitiendo muchos de los modales propios de aquellos contra los que luchó en nombre de la igualdad, la fraternidad y esas cosas; desde entonces no han dejado de sonar tambores de guerra ni mellado el filo de la guillotina bajo el peso de los tribunales revolucionarios que suelen guiarse, en muchas ocasiones, más por razones miserables que por el reparto equitativo del espíritu que forjó la revolución. Mientras tanto, se nos termina el siglo. Y no consigo visualizar mucha paz en las proyecciones futuras.  Por eso necesitamos que nuestro amigo Mech se encuentre a buen recaudo en el sitio que ambos conocemos. Ya sabes, entre el hielo y el fuego, donde nadie puede encontrarle”.
La reflexión de Kraus era contundente. Vinicius pidió a sus compañeros que se acercaran para no levantar la voz.
“_Bien”_dijo mirándoles fijamente_ “Van a escuchar las señas generales de la segunda parte del plan. Es aparentemente sencillo, se trata de llevar a nuestro huésped hasta los Pirineos, a las puertas de España y ponerle bajo la protección adecuada. Pero antes tendremos que salir de Holanda, atravesar Bélgica, después Francia y detenernos en la frontera occidental, en un lugar llamado Andorra. Existe una antigua red de amigos que funciona en ambas direcciones a través de túneles y refugios en lugares perdidos que sólo conocen los nacidos allí. Ése es el verdadero final del viaje. Creo que si fuimos capaces de salir vivos del Amazonas, podremos engañar a las patrullas francesas. No estáis obligados a seguir, pero si continuamos juntos y alguno de nosotros cae prisionero y no es posible el rescate, sigue en pié el juramento inicial de quitarnos la vida antes de poner en peligro la continuidad de la misión. Eso es todo”
Los portugueses brincaron de alegría y aceptaron confiados el plan de Vinicius y Kraus.   
Una semana después comenzó el traslado del Alien a un sitio seguro con la ayuda de “Sombras” y humanos comprometidos con los ángeles. Personas que gustosas brindaban calor, cobijo y comida a la extraña comitiva de cuatro carruajes y ocho callados hombres que viajaban siempre de noche evitando rutas comerciales bajo la bendición y plegarias de muchos que se implicaron en la buena ventura de aquellos desconocidos animados por la luz de sus espíritus y las voces interiores.
Recibieron la inestimable colaboración de los exploradores locales que, ligeros y a caballo, les precedían rastreaban los caminos, tomándole el pulso a los acontecimientos  comarcales, a los chismes del pueblo. Recogían información sobre movimientos de gente uniformada, delincuentes, bandidos, salteadores y otros personajes peligrosos que podrían afectar la expedición. Así elaboraban la ruta idónea, aún a costa de ser la más incómoda.
Por tal motivo, se valieron de la pericia de los hermanos Lacroix, íntimos amigos de un “Sombra” de origen flamenco, hábiles jinetes de excelente olfato con los que viajaron desde la frontera Belga hasta la vecina Francia evitando desagradables encuentros. Una vez allí, le pasaron el testigo a la familia  Bouvier, cuyo hijo, Jean Louis  Bouvier, era un joven “Sombra” de desconcertante hermosura, con un gran sexto sentido de la orientación geográfica, el comercio terrestre y las mujeres bellas. El joven Jean Louis tomó el testigo de los hermanos Lacroix y se adelantó bajo los blancos copos de aquel invierno, entre bosques petrificados por el hielo y desfiladeros sin alma, para conducirles seguros en los senderos de un país dormido por los rigores de la estación.
Finalmente, el 18 de febrero de 1800, detuvieron las gastadas ruedas a la sombra de la inmensa muralla de piedra que servía de división natural entre países obligados a tener una complicada convivencia.
Dejaban a tras interminables jornadas por caminos secundarios y peligros acechantes. Iluminados por la fe que da el hacer bien las cosas buenas. Conscientes de que aquel ser que tan celosamente custodiaban, era el único sobreviviente de una dolorosa acción para salvar la Tierra de un cataclismo de incalculables dimensiones, veían con renovada pupila aquella silenciosa pared natural de Los Pirineos que se abría como las páginas del Libro de la  Piedras  mientras algo, muy adentro, les gritara que había valido la pena llegar hasta allí, que protegerle y cuidarle eran, entre muchas otras razones, motivos de gratitud eterna.
Así comprendieron que sus vidas estarían atadas para siempre a aquella irrepetible aventura, que serían las generaciones futuras quienes disfrutarían en toda su amplitud, las grandes posibilidades que atesoraba la mente de Mech. Aunque nadie hablara de ellos,  su hermandad quedaba anclada para siempre en el país del recuerdo como aves bajo el cielo de sus corazones.
Con los cachetes colorados por el frío, Kraus saltó a tierra en un alarde de agilidad desde la grupa de su corcel y se quitó los guantes para tocar el granito gris de un antiguo y olvidado monolito druida. Olfateó el viento que bajaba gélido de las cumbres, calculó la evolución de unas nubes con forma de torres que amenazaban parir un temporal de nieve y se arrodilló brevemente ante el monumento en señal de respeto hacia los antepasados. Al incorporarse, una pizca de picardía le iluminaba el rostro. Abrió los brazos con aires de anemómetro y dijo.
_”Amigos, a nuestras espaldas dejamos Francia, por la izquierda comienza España y a la derecha, nuestro destino final ¡Bienvenidos a Andorra!”
Y fue así como Vinicius y sus hombres, Kraus con su lacayo y  un extraterrestre metido en un baúl echo con material de un módulo de comunicación de una nave espacial de otro planeta, bajo el comienzo de una nevada barredora de huellas, entraron lentamente a la tierra de las esperanzas para cuidar un secreto que estuvo oculto hasta el verano de 1955”

domingo, 28 de agosto de 2011

Aquello que esconden a popa (Cap 24)


“Durante la travesía Mech durmió mucho, había descubierto el placer de no hacer nada en un planeta con un atraso tecnológico tan grande que no quedaba otra cosa que armarse de paciencia y esperar la llegada de difusas esperanzas futuras. Por tal razón, entraba en trance profundo y dormía, como un bebe en la cuna, llevando las constantes vitales al mínimo. No daba frutos nuevos ni entablaba diálogos con el portugués _”Vinicius, déjame dormir. Todo está bien, pero déjame dormir”_ decía e inmediatamente cortaba el mensaje dejándole en ascuas. El protector sabía y sentía que su protegido estaba inmerso en un proceso de transformaciones  importantes pero la mera sospecha de no sobrevivir al viaje hasta Holanda le ponía de los nervios. El Capitán Berg los había alojado en una zona apartada de la popa del barco, su cocinero personal se encargaba de llevarles bebidas y comidas pero jamás entablaban conversación alguna con el resto de la tripulación hasta el punto de ser ellos los dedicados a la limpieza y orden de su pequeño habitáculo. A excepción del Capitán, nadie tenía permiso de entrada en aquel área so pena de vérselas con uno de los cuatro pasajeros que nunca se separaban de sus pistolas y dagas. No tardó mucho en correr a lo largo y ancho del casco, todo tipo de rumores y leyendas sobre los misteriosos huéspedes de Paramaribo. La marinería, siempre propensa a supersticiones, hablaba de un demonio indígena encontrado en un remoto lugar de la selva que sería entregado a una secta satánica española, otros afirmaban saber que los portugueses custodiaban un baúl lleno de oro, plata y joyas de increíble valor para apoyar el movimiento reformista conocido con el nombre de “Los patriotas” que abogaba por el fin de la monarquía a favor de una república. Pero nadie a ciencia cierta sabía la verdadera historia de tan misteriosos compañeros de viaje, por eso, al cabo de unos días en los cuales se impuso la rutina marinera sobre el inmenso azul que no termina, todos volvieron a sus faenas sin hallar nuevos argumentos con que alimentar renovadas leyendas de “Aquello que esconden a popa” como solían llamar a Mech y sus amigos.
Una madrugada, bajo la luz de la Osa Mayor, cruzando la mar plagada de algas fosforescentes y tiburones pendencieros, Rui Medina, uno de los custodios, luchaba contra la modorra que deja el sonido de las cuerdas y las maderas del castillo de popa bajo el tirón de las velas hinchadas por brisas del sur, la goleta partía las aguas con bigotes de espuma en un Atlántico en calma. Sobre el palo mayor, el vigía, un grumete casi adolescente, miraba hipnotizado una lluvia de estrellas fugaces intentado comprender los problemas del pegamento usado por El Todo Poderoso para mantenerlas sujetas al cielo_”Quizá se aburre”_pensó refiriéndose al Padre Celestial_”Y se entretiene lanzándolas contra el mar”_dejó escapar una risita infantil y ajustó sobre los hombros la manta de algodón que le protegía del fresco y la humedad.  El Capitán Berg había abusado de dos botellas de tinto después de una cena abundante y llena de anécdotas junto a Vinicius con quién cada vez se sentía más a gusto y ahora dormía acompañado de atronadores ronquidos sobre su litera de noble roble. Salvo el viejo Van der Vaart, uno de los mejores timoneles neerlandeses, curtido durante años en la Compañía de las Indias Occidentales, el resto de la tripulación estaba entregada al sueño. Entonces, a Rui Medina le pareció ver una sombra junto al baúl de Mech y su primera reacción fue subir la mano hasta la afilada daga de la cintura mientras la adrenalina accionaba un cuerpo ausente de cansancio y preparado para repeler cualquier intromisión. Pero lo que vio le dejó sin aliento porque en frente tenía un ángel de casi dos metros con las alas desplegadas tocando con las puntas la balaustrada de los ventanales del fondo. Tragó en seco y retiró la mano del arma. Ubel se llevó un dedo a los labios en señal de silencio y se acercó al estupefacto joven para quien éste encuentro marcaba su primera vez con un ser de aquella categoría.
_”Me asombra su entrega y celo en el cuidado de mi amigo, muy digno de usted ¿Verdad?”_dijo el ángel a un palmo del asombrado rostro del humano_”Sólo intento hacer mi trabajo”_ contestó Rui_”Y lo agradezco, señor Medina, ahora duerma, yo le sustituiré hasta el amanecer”. Rui intentó un amago de réplica pero el ángel besó sus labios y al instante perdió el conocimiento.
Ubel golpeó el baúl con los nudillos y saltaron chispas anaranjadas.
_”¡Mech! ¿Estás ahí”
Respondió el silencio y el ángel tocó más fuerte.
_”¡Dejarme dormir!”_Contestó el Alien.
El arcángel no pudo reprimir una carcajada.
_”Resulta que desde que eres medio terrícola te has vuelto más resabioso ¿Qué hay de los buenos modales con los viejos amigos?”_bromeó repitiendo los golpes a sabiendas que molestaban al inquilino.
_”Ubel”_dijo Mech_”¿Eres tú?, te escucho pero no te veo”
El amigo plegó las alas y abrió los brazos con las palmas hacia arriba. En segundos la estructura que contenía al extraterrestre perdió las sujeciones y todas las partes quedaron flotando en el aire desafiando, entre otras lógicas, a la gravedad de este mundo. La base con forma de estrella de David con Mech en el centro quedó expuesta a la luz del pabilo de las lámparas.
Mech le observó con detenimiento, respiró el aire fresco que dejaba entrar una claraboya entornada, movió el tronco y, a su manera, sonrió.
El ángel acarició la superficie del singular cuerpo, pasó los dedos por las ramas, palpó las raíces, besó uno de los frutos sin arrancarlo y después de aquella ceremonia de amor, Mech entendió el mensaje de agradecimiento que le propinaba aquella criatura venida del país donde sobran las palabras. Y de veras que ellas sobraban porque estuvieron el resto de la noche hablando del pasado y el futuro, haciendo planes y aproximando ideas, preparando los sentimientos para retos por venir y creando las bases de un ciclo en el que humanos y alienígenas superarán miedos y otras barreras en un esfuerzo de hermanos, hijos nacidos del mismo útero donde brota éste y todos los Universos Paralelos que forman El sueño de Dios.
Al despertar, Rui Medina encontró el camarote tal como lo dejó al perder el sentido, no tenía claro si había soñado con un ángel o aquello fue real, de todas formas se sintió mal por haberse quedado dormido en el cumplimiento de una guardia y agradeció el estar despierto antes del cambio de turno. Se lavó la cara, abrió las ventanas y dejó entrar el amanecer. Desde cubierta llegaban ruidos propios del inicio de las faenas marineras. Todo parecía normal. Cuando llegó la hora convenida, sonó la cerradura, más no fue el compañero esperado quien cruzó el umbral sino el mismísimo Vinicius Carvalho en persona que la cerró inmediatamente.
_”¿Todo bien?”_preguntó mirando el baúl de Mech.
_”Si, todo bien”_contestó Rui.
_”Entonces ve a descansar, yo me quedo”
_”Gracias, señor”
El joven recogió su sombrero y se encaminó a la puerta.
_”Rui”
_”Diga, señor”_dijo Medina aún de espaldas a su jefe.
_”Se llama Ubel, el haberlo visto es todo un privilegio y un secreto añadido a nuestra misión ¿Has entendido?”
Rui recordó el beso del ángel, sus alas, la pérdida de control ante el repentino vahído que le condujo al sueño y comprendió que Vinicius también había recibido visita nocturna. Se giró hacia el compatriota, sonrió con los labios apretados y respondió.
_”He comprendido”
El Gran Astro emergió con la panza llena de luz sobre las aguas, apartó las nubes, repartió reflejos sobre cretas de olas y cartas de navegación, alejó incómodos aguaceros y puso en marcha la máquina del viento para que la  “Spiekeroog” penetrara suavemente en la corriente del Gulf Stream camino a casa, seguida de cerca por dos angelitos de piel morena por culpa del sol del Caribe y la prudente pupila del Capitán Berg y el sabio timonel Van der Vaart.”       

      
     

jueves, 25 de agosto de 2011

Una tarde de otoño (Cap 23)

 "Casi veinte días estuvo Mech en la húmeda estancia de la sinagoga, hasta la noche que todos los cabos fueron atados y a hombros de Vinicius y sus hombres, abordó el pulido maderamen de la goleta “Spiekeroog”, orgullo de la flota mercantil holandesa, bajo el gobierno de un pelirrojo sin edad definible llamado Capitán Berg,quien la había convertido en una rutilante máquina de hacer dinero gracias a las eternas tensiones bélicas entre Francia, España e Inglaterra. Meses antes, una tarde gris y ventosa de otoño, en plena labor de preparación de zarpar, fue interceptado en una calle de Ámsterdam por un desconocido personaje que desprendía riqueza, poder y elegancia en una misma figura, se dirigió a su persona en correcto holandés pero arrastrando un evidente acento alemán. El viejo lobo de mar afinó la vista y el oído porque el desconocido se dirigía a él dando a entender que sabía muchas cosas secretas de su vida. Berg conocía el valor de saber escuchar y su interlocutor no tardó en ir al grano. _”Parte usted mañana para América del sur, Capitán Berg, y su destino final es Paramaribo, si no me equivoco”_ El capitán evaluó rápidamente al desconocido, medía uno noventa, complexión fuerte pero no atlética, piernas largas y mentón pronunciado, nariz aguileña. A la velocidad de un rayo preparó un plan de ataque y defensa ante aquella presencia que parecía saber demasiado sobre él, pero optó por dejarle continuar y confirmó con un escueto _”Si”_la fecha de partida hacia ultra mar. Continuaron andando en silencio mientras no muy lejos, un carruaje les seguía despacio bajo las riendas obedientes de un lacayo sobre negro corcel. _”Necesito que esté dispuesto a realizar un encargo comercial para mí, señor Berg”_ El capitán se detuvo _”¿En Ámsterdam o en América?”_ “En ambos sitios”_ Berg puso en marcha la máquina mental de hacer dinero _”No es barato, señor…¿Cómo dijo llamarse?” _”No lo he dicho, pero puede llamarme Kraus”_ “¿Kraus?”_ “Correcto, y el precio a pagar por su esfuerzo, no significa problema alguno”_ “Si, Kraus, o como quiera que se llame… mire usted, este tipo de cosas nunca las converso en la calle, imagino que sabe que la Compañía naviera es quien se encarga de todo tipo de gestiones, sobre todo aquellas que me conciernen. ¡Y me pone de muy mal humor que petimetres como usted vengan con su aire de gran señor a intentar que transporte una carga ilegal! ¿Acaso tengo cara de traficar con negros?”_ Berg sacó una daga de acero de Toledo y la acercó al cuello de Kraus que le siguió observando sin inmutarse_”Dime perro sarnoso, ¿trabajas para los ingleses, acaso para los franceses? ¿Quién paga tus lujoso trapos?” Y dejó sentir el filo de la hoja sobre la piel del otro. La ira del Capitán Berg era cierta, durante treinta años de navegación había conocido todo tipo de hombres y éste le recordaba a muchos que en sus inicios le despreciaron por su origen de campesino humilde que soñaba el mar. Y les odiaba, como si de un sentimiento de clase se tratara, no les soportaba. Sin embargo, buenas agallas debía tener aquel tal Kraus que ni transmitía temor o preocupación ante el arma que podía poner fin a sus días y aquello llamó la atención de Berg. Con un gesto de la mano, Kraus detuvo al lacayo que se acercaba con un garrote en la diestra. Miró a los ojos a Berg y preguntó_ “¿Podemos seguir hablando de negocios?”_ “Dime para quién trabajas”_reclamó Berg _”¿De veras desea saberlo, capitán?”_ “¡Habla, maldita sea!” Entonces, en vez de decir palabra alguna, Kraus tomó con fuerza inusitada la mano que empuñaba la daga y la dirigió hacia el centro de su propio pecho. Desconcertado, Berg inició un movimiento de retirada pero tal parecía que el brazo de Kraus se había vuelto de hierro _”¡¿Qué intenta hacer?!”_ gritó desesperado el marino al sentir como el metal que empuñaba se introducía lentamente en el pecho del desconocido hasta detenerse al inicio de la empuñadura. Pálido y desencajado, Berg dio un salto hacia atrás mientras veía correr hilos de sangre bajo la daga clavada en Kraus. El lacayo se acercó a Berg sin soltar el garrote y le dijo señalando a Kraus_”Capitán, debiera reconsiderar su oferta”
Kraus se incorporó con un leve rictus de dolor y fue sacando poco a poco el arma de su pecho y así, goteando en rojo, la devolvió elegantemente a su dueño.
_”¿Qué quiere que transporte hasta Paramaribo?”_Dijo consternado Berg.
Kraus se abotonó mejor la chaqueta, parecía que la hemorragia había cesado y su estado en general no difería mucho de aquel que presidió el acontecimiento con el arma.
_”No me interesa lo que usted lleve a Paramaribo, sino lo que usted embarque en Paramaribo”_Tosió un coagulo y continuó_” Se trata de cuatro hombres y un baúl. Ellos son portugueses y han prometido dar la vida por hacer llegar ése baúl a Europa. Usted es el mejor capitán de esa ruta y esto que acaba de presenciar, con su arma clavada en mi pecho, da la medida de la naturaleza de los hombres que usted y su barco traerá  a Ámsterdam. A cambio, recibirá una cantidad en metálico suficiente para comprar otro navío similar o mejor que el  “Spiekeroog”, ¿Lo toma o lo deja, Capitán Berg”
_”Acepto, señor Kraus”
_”Bien, muy bien Capitán, es un placer hacer negocios con usted”
Y se alejó en dirección al carruaje que partió a galope hacia los barrios del este de la ciudad dejando a Berg con preguntas sin respuestas y un misterio esperándole más allá de la curva del horizonte.
Por eso Vinicius, nada más poner un pié en el navío holandés, saludó al capitán de la siguiente manera.
_”Nuestro amigo Kraus dice que es usted el mejor y más hábil marino de los países bajos y que este barco es como una serpiente sobre las olas, ¿Nos vamos a Ámsterdam?”
_ “¿Cuántos sois?”
_”Somos cinco”_respondió Vinicius_ “Cuatro portugueses y un baúl”
El holandés le dio un tirón a la pipa semi apagada y dejó escapar una enigmática carcajada al recordar que
el mismo día que la nave dejó Holanda, su cuenta bancaria había engordado en unos cuantos miles de florines que le permitirían mirar con calma los planos de un nuevo barco de cinco mástiles que le convertiría en un próspero armador naval.
Mientras, al otro lado de la bahía, bajo el viento de un otoño que prometía frío, un “Sombra” llamado Kraus veía alejarse al “Spiekeroog” hacia América del sur con las velas desplegadas y dos ángeles de escolta que no se separarían del timonel por muy altas y agresivas que fueran las crestas de las olas de la próxima tormenta."
         
       

miércoles, 24 de agosto de 2011

Neve Shalon (Cap 22)


Quince días duró la preparación del viaje, mediante la ingestión del brebaje alucinógeno, Mech pudo mostrar a la tribu los motivos de la partida y cómo a cambio dejaba en su poder una inmensa cantidad de información útil para beneficio colectivo. Vinicius explicó la naturaleza de su condición de “Sombra” y compartió con ellos la candente preocupación por la probable extinción de la comunidad al haber dejado abierta, en el transcurso de la búsqueda,  una ruta en la selva que, seguramente, usarían los cazadores de fortuna y los traficantes de esclavos en un negocio en expansión. De ahí la importancia de cambiar de sitio, huir  al interior del territorio y evitar en lo posible a portugueses del Este y españoles del Oeste que armados hasta los dientes abrían rutas secretas buscando oro en un territorio tan grande que la corona de Lisboa no podía cubrir por falta de recursos. Por la mente de Gwanahé pasó la peregrina idea de asesinar a los visitantes blancos y los porteadores que le acompañaban, cerrando así el escape de datos sobre la ubicación de su pueblo, pero al estar conectado a la mente de Mech, no pasó de ser sólo un pensamiento entre tantos nacidos de la desesperación ante los cambios ya en camino. El Alien le hizo ver que Vinicius también llegó a considerar la posibilidad de arrasar con la aldea, y sin embargo, nada más llegar dejó todas las armas en tierra confiando en el dialogo por encima de la pólvora, creyendo,  en cuerpo y alma, que una negociación a tres bandas entre él, Mech y Gwanahé era la mejor solución para alcanzar su objetivo. El jefe indígena pidió perdón y el portugués respiró más tranquilo pues una de las cosas que no dijo el extraterrestre fue que Vinicius barajó la posibilidad de eliminar también a los porteadores en el intento de preservar la ruta hacia la tribu, algo que, afortunadamente, nunca se llegó a hacer.
_”Debes venir con nosotros a Portugal”_ explicó Vinicius a Mech_”Hay planes atados a tu futuro y debo cumplir esa misión” _ La llama azul liberó sendos destellos_”¿Me espera la luz o la oscuridad?”_interrogó la voz del que bajó del cielo_”No tengo tal respuesta, Mech. Estarás bajo mi custodia, amparado por hombres de mi entera confianza, los mismos portugueses que me acompañan y también, bajo la protección de un Arcángel” _”¿Cuál de ellos, amigo Vinicius?” El europeo se acomodó mejor sobre la estera de fibra dejando escapar una media sonrisa mientras descansaba la otra nalga_”Su nombre es Ubel”_”Si”_dijo enigmática la llama_”Le conozco. Entonces todo está bien”.
Ya casi nada podía asombrar al hombre blanco. Pero sintió una intensa descarga emocional al comprobar que la sombra del ángel era más larga de lo imaginado pudiendo llegar hasta el alma de seres de otros mundos.
Partieron a las primeras luces del amanecer y no hubo gritos ni lagrimas. La tribu al completo se fue a la orilla del Gran Río para presenciar la despedida. Los custodios de la Casa Comunal devolvieron la armas a sus antiguos dueños que al recibirlas mancharon de óxido las manos por culpa de la falta de uso. El módulo de comunicación fue desarmado y dejado en su mínima expresión y con los materiales sobrantes construyeron una especie de baúl donde colocaron a Mech.
Cuando los botes de los blancos se perdieron en el segundo recodo del río, Gwanahé dio la orden de partida y todo el pueblo se adentró en la selva mientras que, algo más rezagados, un grupo de guerreros borraba, con sutiles artes de hijos del bosque, las huellas del recuerdo de lo que fue y ya no sería más.
En sus mentes llevaban conocimientos de astronomía, agricultura, botánica, medicina, ingeniería y humanidades. Fundarían con el tiempo una de las comunidades más misteriosas del Amazonas y a día de hoy, continúan escondidos en lo profundo de la selva a salvo de narcotraficantes, guerrillas y empresas madereras, también lejos del ojo insaciable de los satélites comerciales y militares rusos, brasileños, chinos y norteamericanos.
La expedición de rescate bajo el mando de Vinicius tardó más de un mes en llegar a Manaos porque la estación de las lluvias y las crecidas del caudal fluvial, había irrumpido con mucha fuerza dificultando los movimientos humanos en cualquier dirección pero a su vez facilitando aquello que mejor sabían hacer los “Sombras”, pasar inadvertidos en medio del caos y él era bueno en su oficio. Allí se las agenció para embarcar en un destartalado barco al mando del capitán Moreau, un curioso personaje de piel mestiza buscado por la justicia de todo el Caribe francés por delitos tales como libre pensador, abolicionista, contrabandista, independentista y masón al que Vinicius sobornó a sabiendas de que no haría preguntas sobre el contenido del extraño equipaje custodiado por tres callados portugueses que parecían no tener nunca ganas de dormir. Moreau estaba condenado a no salir del universo interior del Gran Río so pena de perder, literalmente, la cabeza, por eso aceptó sin pestañear la bolsa de tintineante sonido, abrió una botella de añejo y firmó con un largo trago de ron el contrato que les llevó, al cabo de tres días, hasta la pequeña ciudad de Macapá, en la ruta de la desembocadura. Allí despidió con otra  buena cantidad de monedas de oro a los diez porteadores nativos a sabiendas que ése dorado metal en inexpertas manos atraería la atención de aventureros, tahúres y gente violenta desperdigada en aquellas orillas sin ley que harían lo posible para arrebatárselos aún a costa de abrirles en canal a la primera ocasión o descuido. Por eso no se le ocurrió otra cosa que recomendarles hacer de nuevo el viaje en dirección inversa y buscar refugio y nueva vida siguiendo el rastro de la tribu que acogió a Mech, _”Gracias, patrón, pero regresaremos a Manaos cuando baje el río”. Vinicius sintió mucha pena, habían sido excelentes compañeros de viaje y les despidió con la certeza de quien sabe que les quedaban pocas semanas de vida, ésa es una de las dificultades de ser “Sombra”, se pueden ver cosas futuras, Así que esperó, bajo las cataratas abiertas del cielo y en compañía de los tres sempiternos compatriotas, el zarpar de una goleta que una tarde de buen tiempo les sacó al mar empujada por vientos generosos bordeando, a contra olas, la agreste costa hacia el norte hasta llegar a Paramaribo y acogerse al amparo de un funcionario holandés de la red de apoyo de los “Sombras” con buenas relaciones con la comunidad hebrea congregada en torno a la sinagoga Neve Shalom, atendida por judíos asquenazíes de su entera confianza. Cuando dejaron a Mech en el rincón más tranquilo de la cripta subterránea del templo, el rabino Simón, un hombre anciano especialmente sensible a las energías sutiles, se acercó a Vinicius con humedad en los ojos y preguntó con las manos cruzadas sobre el pecho_ “Dime portugués, a propósito de ése baúl que estamos escondiendo con tanto secreto y promesa de silencio ¿Se trata del Arca de la Alianza? ¿Has traído a mi templo el objeto que guarda el mensaje de Yahvé,  las Tablas de la Ley?”
Vinicius se pasó los dedos por la barba sintiendo sobre la piel el fuego de la mirada del judío.
_”No señor”_dijo desde la sinceridad_”No es el Arca lo que contiene ése baúl, tampoco la Vara de Aaron, más bien se  trata… de otro tipo de alianza”
_”¿Entre quién?”
_”Entre seres del cielo, de otros mundos, y nosotros”
_”¿Nosotros los judíos?”
_”No rabino, nosotros los seres humanos”
Simón tocó la superficie del contenedor advirtiendo el cosquilleo de la electricidad que desprendía.
_”Dices de otro mundo ¿no?”_Insistió
_”De muy lejanos mundos, venerable maestro”
La cara de Simón era un mapa de emociones. Una nube de calma cruzó sus párpados y entonces dejó caer los hombros en gesto de resignación.
_”Algo así sólo puede ser obra de los ángeles, no de los demonios ¿Verdad portugués?”
_”Cierto, no cabe duda, por eso usted ha sido elegido para custodiar algo tan delicado”
El anciano parecía satisfecho y su interlocutor aliviado.
Vinicius tiró de su portentosa memoria y dijo, intentando poner fin a tan incómodo interrogatorio.
_”Recuerdo un pasaje del Deuteronomio que dice “"Las cosas secretas pertenecen al Señor, Dios nuestro”
_ “Pero las cosas reveladas”_ continuó el rabino_ “Nos conciernen a nosotros y a nuestros hijos eternamente, para que cumplamos las palabras que están en la Thora” Ya comprendo, gracias”
Y estrecharon las manos; el viejo Simón comprendió que Vinicius no era enteramente humano, que parte de su ser estaba conectado con un lugar similar al origen de aquello que escondían bajo tierra y que si Dios quería manifestarse allí, en su humilde presencia de hombre mortal, y de paso había sido escogido para cuidar una de sus obras, traída por un forastero emparentado con los ángeles, la integridad de la fe y el equilibrio de las esferas celestiales se encontraban a salvo bajo su techo, pues todo estaba ya escrito en el Talmud y él era el custodio de su palabra.
Aquella noche ambos durmieron como hacía tiempo no lo hacían, envueltos en una extraña paz venida de muy lejos y soñaron una playa con dos lunas iluminando árboles de frutos triangulares y ciudades sobre el mar desde las que partían luces amarillas impulsando naves sin velas, quilla ni remos. Y a la mañana siguiente la vida continuó como si nada aunque los fieles habituales del templo notaron un misterioso regreso de las fuerzas en el anciano, como si le hubieran quitados veinte años a los huesos y de paso regalado vida a su voz que se alzó por encima de las ventanas al entonar cánticos de alabanza y agradecimiento al Creador.      
        

viernes, 19 de agosto de 2011

Vinicius (Cap 21)




"El Gran Gwanahé dio crédito a lo que salía de la boca del niño y acercó a su nariz la sustancia entregada por el pequeño. Tenía aromas desconocidos, incluso para él, que era uno de los hijos del bosque; desprendía un olor dulzón, mezcla de algo vegetal y mineral. Al tacto resultaba quebradizo, como la madera quemada. Pellizcó un trozo y lo introdujo en la boca. Y no pasó nada. Miró orgulloso las caras consternadas que no perdían detalle de la suya. Entonces y sin estar aún muy preparado, algo suave estalló en su estómago y subió con aires de chimenea volcánica hasta el cerebro. Allí dio un salto hacia el fondo de los ojos rebozándoles de colores nunca vistos y, ante el peso abrazador de los destellos, cayó de rodillas con los brazos abiertos cuando una voz abrumadora gritó su nombre bajo el arco óseo de su testa de largo pelo negro. La conexión con Mech lo mantenía atado a una realidad más allá de los sueños, en una dimensión jamás alcanzada, incluso más profunda que los viajes con ayahuasca bajo los sahumerios purificadores del espíritu y el Tam Tam de los tambores rituales. Sintió abandonar el cuerpo en búsqueda de un desconocido que le esperaba también con los brazos abiertos, pero esta vez para cerrarlos sobre él en un abrazo fraternal muy alejado de miedos y peligros, cual navíos que se cruzan en la niebla del tiempo y se desean buena ventura y otras bendiciones. En aquel instante de contacto, Gwanahé conoció la identidad total del enviado del cielo y entendió su petición de ayuda y acogida hasta que llegara la expedición de rescate, a cambio, le proponía dosis de sabiduría para compartirla con la tribu haciendo de ésta una comunidad fuerte y saludable hasta que llegara el día del regreso. El gran jefe estuvo de acuerdo con la nueva alianza y Mech, junto al módulo de transmisión fueron alojados en el centro de la Casa Comunal bajo el esmerado cuidado de las mujeres y la férrea vigilancia de los mejores guerreros durante cuatro largos años terrestres.
Hasta el día en que Vinicius Carvalho, junto a tres compatriotas portugueses y diez porteadores nativos, abrió a golpe de pericia fluvial y filo de machete, un camino hasta los umbrales del territorio de la tribu de acogida.
Su llegada creó miedo e inquietud, los hombres de Gwanahé hicieron una barrera defensiva alrededor de los objetos sagrados mientras arcos de tensas flechas y cargadas cerbatanas de envenenados dardos seguían los movimientos del desembarco de los blancos. Sin embargo, estos nada más pisar la tierra seca más allá de las empalizadas, dejaron en el suelo y a la vista, todas las pistolas, arcabuces, espadas y otras armas como muestra de buena voluntad y negación de cualquier enfrentamiento. Vinicius se separó del grupo y anduvo hasta la entrada de la Casa comunal, entonces se despojó de la empapada camisa de amplias mangas mostrando sobre el pecho un tatuaje que representaba una estrella de David con un cono dorado en el centro, la misma geometría de la pieza donde se hallaba Mech. Su cuerpo era en si mismo un mensaje sólo para los ojos de quienes conocían la existencia del ente alienígena aquí, en la tierra, y todos en aquella tribu se consideraban, para entonces, amigos íntimos del Caído del Cielo.
El jefe indígena salió a su encuentro sin dejar de mirar el hipnótico símbolo que parecía vivo en aquel pecho de agitada respiración.
_”¿Tu presencia trae la paz o la guerra”_ preguntó Gwanahé en perfecto portugués.
_”Trae la paz, Gran jefe, venimos de Manaos con propósitos de buena voluntad, pero dime ¿Cómo es que conoces mi idioma? ¿Otros hombres blancos se han detenido a su paso por aquí?”_ Habló Vinicius con mal disimulada ansiedad.
El jefe sonrió con ironía y después negó con la cabeza _”Sois los primeros y todo lo que sé es obra de “Nuestro Amigo”_ Dijo señalando la imagen del tatuaje_”Bienvenido seas, quienes te acompañan también, las puertas de mi casa están abiertas, a cambio, espero que no cerréis las de vuestro corazón”
Vinicius retrocedió medio paso e hizo una profunda reverencia a Gwanahé mientras su mente intentaba procesar la extraña sensación emanada de aquellos supuestos salvajes, que jamás habían entrado en contacto con los europeos y posiblemente escondían más secretos de los que él era capaz de imaginar y que de paso su llegada, de alguna forma, ya había sido anunciada seguramente por el objetivo principal de la misión que no era otro que rescatar a Mech sin dañar a la tribu del contacto.          
Recordó aquel sueño, cinco años antes, donde un arcángel llamado Ubel le ordenó encontrarse con él a orillas del Atlántico, en un discreto rincón de la costa de Viana do Castelo, de madrugada, para recibir un encargo de impostergable cumplimiento. Viajó desde Coimbra a lomos de un brioso corcel andaluz que era la joya de su negocio de crianza y esperó sobre la arena la hora del encuentro sin poder contener un persistente e incómodo aleteo de mariposas en las tripas. Al finalizar la entrevista con el ángel, su condición de “Sombra” había sufrido un cambio radical porque desde aquel instante su vida adquiría la obligación del rescate y conservación de una entidad venida de otro mundo y eso significaba tomar algunas decisiones que le dejarían dolorosas secuelas emocionales hasta el día del regreso a La Fuente.
Entonces Gwanahé le tendió la mano y así la mantuvo unos segundos mientras la del portugués subía lentamente hacia su encuentro sabiendo conscientemente que tras el apretón que intentaba ralentizar en el tiempo, los días de la tribu estaban contados.
Fue escoltado al interior de la Casa Comunal en cuyo centro estaba Mech. Su aspecto había cambiado en cuatro años. Ahora podía asimilar el exceso de oxígeno sin sufrir quemaduras gracias a un auto tratamiento de ingeniería genética que cambió la memoria celular del cuerpo de tal modo que pudo generar nuevos tipos de tejidos capaces de soportar el intercambio de gases y la radiación del planeta. Podía decirse que Mech se había convertido un poco en terrícola y en ese proceso de experimentación, fue ofreciendo a cambio información a sus amigos humanos que vieron crecer las cosechas, las artes de pesca, la comprensión de los ciclos lunares, las bondades de los cristales atrapados en las piedras y la solución a las enfermedades. El alienígena hablaba con ellos a través de sus trozos quemados por el aire pero al cambiar la química del cuerpo,  tuvo que inventarse otra vía de comunicación, y así fue como comenzó a dar frutos, pequeños, como naranjas en miniatura hijas de un bonsái surrealista cuyo zumo alucinógeno estaba tan concentrado que se hizo necesario rebajarlo con agua de río para asimilarlo sin que friera el cerebro de la gente. Entonces crearon “El Día del Amigo del Cielo” en el que toda la tribu tomaba una infusión a la que se añadía gotas del fruto de Mech previamente diluidas en la olla común. A las pocas semanas fue aceptado como uno más de la comunidad, un tipo singular con una muy especial forma de entenderse hasta el punto de ser admitido como uno más por lo bien que se estaba en su presencia, las cosas que decía, los consejos que daba, como si tuviera respuestas para todo. Una noche, medio año antes de la llegada del portugués,  Gwanahé se dio cuenta de que hacia varias lunas que nadie enfermaba, ningún niño moría y hasta los ancianos perecían gozar de una sospechosa buena salud. Haciendo uso del privilegio inherente a su cargo, el jefe ingirió un trago del brebaje que guardaba a parte para urgencias de comunicación. Antes del minuto sus pupilas dilatadas mostraron en el fondo la llama azul tras la cual brotaba la voz del amigo que preguntó las razones del encuentro. “Amigo Mech, hay inquietud en mi pecho y angustia en mis horas de sueño. Veo hombres subiendo por el río y cruzando lo oscuro de la selva buscando algo que creo que eres tú ¿Qué debo hacer?” La llama flameó cual impulsada por incógnitos vientos, luego se detuvo y dejó escapar azules chispas bajo el cielo de la memoria del jefe _”Vienen a por mí, Hermano, el tiempo de mi presencia entre vosotros toca a su fin”. Gwanahé se llevó las manos a la cara, triste y desorientado _”¿Qué debo hacer?”_ preguntó desde la desolación _ “Nada”_ contestó Mech_”Sólo cumplir con el pacto entre tú y yo” _”Pero sin ti”_replicó el otro_ “¿Qué será de nosotros?” La llama rotó sobre su centro y se detuvo, congelada en toda su belleza_”No se trata de donde estoy sino de lo que está en tu cabeza. Somos familia, hijos del Universo que te he mostrado y ambos, tu y yo, no pasamos de ser hojas flotando sobre el agua del Gran Río ¿Puedes atrapar en tus brazos el caudal que transcurre ante tus ojos? No, yo tampoco. Así que mi viaje continúa y el tuyo ha de comenzar a prepararse porque nos esperan distintos derroteros” El jefe, sentado con las piernas cruzadas se frotaba las manos en medio de un ataque de ansiedad _”Tengo miedo”_le confesó al Alien _ “Yo también, Hermano mío, pero prometo prepararte para cuando llegue la partida”_ “Gracias” dijo Gwanahé. Y así quedó sellado el principio del fin de algunas cosas de este mundo. Vinicius alargó el brazo y cogió un fruto dorado, lo rasgó con la uña mientras lo apretaba con los dedos, entonces brotaron un par de gotas que fueron lamidas por el portugués antes de que Gwanahé le advirtiera que en estado puro pueden ser letales ignorando que los “Sombras” pueden ingerir sustancias que a los humanos les están prohibidas y seguir andando. _”Te esperaba”_dijo Mech al asombrado europeo una vez echa la conexión."            
        

lunes, 25 de julio de 2011

Uniendo orillas (Cap 20)

“Pero rápidamente recuperó el sentido práctico que le convertiría en un ser legendario. Identificó como parientes a las especies vegetales que poblaban la gran selva y comprendió que el concepto de soledad era, en el fondo, más una trampa subjetiva de la mente, que autentica realidad circundante. Sin embargo, al ocupar los humanos un lugar especial en aquel escenario, creyó que su  cercana presencia podría ser de gran utilidad.
Se puso manos a la obra con otro espíritu y una pizca de melancólica alegría. Reinició todo el sistema de localización ajustándolo a las coordenadas del aterrizaje y alineó la frecuencia de la señal de socorro con las fases de la luna para que ésta sirviera de antena repetidora, evitando así que las interferencias geomagnéticas del lugar afectaran la pureza del envío. Aisló una pequeña porción de sus raíces y la expuso al aire del atardecer para ver qué se siente al contacto con nuestra atmósfera. Durante unos segundos no pasó nada, pero a medida que se acercaba al primer minuto, la delicada corteza se fue quebrando por el oxígeno que penetraba oxidando a su paso las capas del apéndice hasta dejarlo de color marrón oscuro. Mech observó con interés el final del experimento, desbloqueó uno de los sensores y sintió dolor, dolor físico, el dolor de una quemadura profunda y entonces volvió a bloquearlo. Tomó nota de aquella nueva información. Filtró el aire y liberó otro sensor. Olió el río, la tierra, los árboles, supo a qué huelen los hombres y los insectos. Y le gustó el olor del planeta. No se trataba de datos asépticos recabados por los instrumentos. Sintió cómo la vida palpitaba a su alrededor encapsulada en miles de millones de formas de todos los tamaños. Y vio que era bueno. Es más, comprendió que sería importante.
Al cabo de un rato llegaron más hombres acompañados de niños y mujeres. Para entonces, solo quedaban visibles  el módulo de transmisión que tenía aspecto de cubo de dos metros por cada lado y el habitáculo de Mech, de dimensiones más o menos similares al transmisor. Apoyado en sus puntas, su armadura tenía forma de estrella de David, ocupando él la parte central dentro de una cúpula cónica de color dorado. La aldea entera estaba presente, personas de todas las edades palpaban, llenas de curiosidad y ausencia de temor, la pulida superficie de aquellas formas caídas del cielo, para entonces los restos de la nave se habían licuado y nada quedaba más allá del destrozo del impacto. Poco antes del anochecer encendieron las hogueras y entre el crepitar de las viandas puestas al fuego por manos de mujeres, surgió la música nacida de sabias gargantas acompañadas de pequeños tambores tañidos al compás de maracas de fino timbre y palos de dos maderas que al chocar entre sí, sonaban a eco de cristal de roca. Los ancianos cantaban viejas leyendas dedicadas a dioses venidos de otros mundos, fundadores del Río y las flores, dueños de la vida y la lluvia, padres de las energías del bosque, las buenas y las malas. Ajenos a todo, niños y adolescentes de ambos sexos, desnudos de cuerpo y alma, tomaron por asalto la playa fluvial entre risas y chapoteos usando los troncos caídos como improvisados trampolines mientras los guerreros formaban un gran círculo alrededor de los objetos alienígenas e iniciaban una danza ritual con los rostros serios y los brazos entrelazados formando una unidad trascendental entre éste y el otro mundo donde viven los antepasados mirando qué hacen los presentes con el regalo de sus vidas. Si el Río atrajo aquellas cosas. Si el Cielo abrió una puerta para depositarlas en la orilla. Si Yuruparý se manifestó ante ellos, entonces era de suponer que estaban en el umbral de acontecimientos extraordinarios para los cuales debían estar preparados. Por eso, siempre es mejor contar con la gracia de los abuelos fallecidos, buscar su concejo y amparo. Pedir luz para entender lo que había sucedido. Bailar golpeando la tierra. Para que escuchen desde sus tumbas, el latir de sus corazones.
Había leña suficiente, aunque la madera verde sacara mucho humo no importaba. Las hogueras lamían el aire lanzando a lo alto chispas que se confundían con la vía láctea. Entonces el gran jefe Gwanahé alzó el bastón de mando y la música calló. Un niño de a penas siete años se había acercado con paso inusualmente firme hasta su puesto, sorteando las piernas de los guerreros y el vaivén de las mujeres, trayendo en las manos una desconocida sustancia aromática que le había hecho caer en trance.
Gwanahé miró con desconfianza al pequeño al ver sus ojos en blanco y las venas hinchas del cuello, su respiración era agitada, pero no ansiosa, las manos, a la altura del rostro, perecían ofrecerle el contenido únicamente a él. Temiendo que una muestra de debilidad socavara la autoridad ante los suyos en tan delicado momento, el Gran Gwanahé aceptó aquella sustancia con toda la tribu expectante a cada uno de sus movimientos. El niño retrocedió unos pasos y, sin cambiar la expresión del rostro, hizo una profunda reverencia. El jefe inclinó ligeramente la cabeza intuyendo que algún ser desencarnado movía los hilos de aquel cuerpo y miró preocupado a su padre, el Chamán. Éste le devolvió la mirada con el gesto de no tener precedente ni información sobre lo que estaba sucediendo. Gwanahé señaló a la criatura con el índice y comenzó a interrogarle_”Niño ¿Qué es esto?” ¡Contesta!”_ El niño sonrió enigmáticamente _”Es un regalo, lo envía un amigo”_respondió sin apenas despegar los labios_” ¿Un amigo, de qué lado del mundo viene?”_ “De allí”_ y señaló un punto en el cielo de la noche. Se escuchó un murmullo de inquietud entre los presentes. Gwanahé comenzó a dar muestras de estar nervioso. El silencio era absoluto, tan solo se escuchaba el fluir del río y el crujir de las hogueras. El niño de los ojos en blanco y piel morena era una imagen muy inquietante_  “¿Qué quiere de nosotros?”_ “Dice que nos conoce desde hace muchas lunas, que ha venido pacíficamente, que no nos hará daño y que nos ama” La visión de un niño hablando como un adulto arrancaba de cuajo demasiados conceptos. Instintivamente la tribu se fue reagrupando en torno al jefe, movida por el instinto de conservación ante lo desconocido, aunque también por la insaciable curiosidad de su gente. _”¿Es Yuruparý?_ “No, Gran Gwanahé, no es Yuruparý”_ “Entonces ¿Cual es su nombre?_” “Su nombre es Meem-Chiut-Ja-Viat, pero sus amigos y hermanos, le llaman Mech."

sábado, 16 de julio de 2011

Yuruparý (Cap 19)


“Cuando la luz de la mañana se abrió paso entre las quebradas copas de los árboles, un grupo de hombres, venidos de la cercana aldea, rodeó los restos humeantes del abatido aparato. Mech había detectado en sus corazones gran inquietud y preocupación. La explosión en el aire del módulo de agricultura y el aparatoso aterrizaje posterior, impidieron el buen descanso de aquella humilde comunidad durante la inolvidable noche anterior. Por eso, cubrieron sus cuerpos con pinturas de guerra y armados de cerbatanas y arcos de largas flechas, salieron a ver qué había caído del cielo.
Pero no comprendieron nada. Había restos esparcidos por doquier, objetos y formas incomprensibles que se derretían en una especie de barro bajo la descomposición molecular y tan sólo tres piezas parecían ajenas a aquella transformación. En una de ellas, el cadáver de Vihíma yacía intacto dentro de la membrana de seguridad. Sus parámetros estaban a cero, su carne perdiendo temperatura y la sensación de culpabilidad mordiendo el cerebro de Mech.
Los hombres se acercaron a lo que se había convertido en su sarcófago, pasaron las manos sobre la semitraslúcida superficie, otearon con dificultad a través del grosor orgánico la extraña fisonomía de la chica y aún así, la identificaron como ser humano aunque el traje de protección les impedía adivinar el género. Encontraron muy hermosa aquella persona, como un dios venido del cielo. Así lo comentaron entre ellos.
_”Dime, Gran Gwanahé”_dijo uno de los guerreros dirigiéndose a su jefe_” ¿Es real lo que siente mi corazón y ven mis ojos?”
El Gran Gwanahé volvió a pasar su palma por el contenedor de Vihíma como si tratara de abrir ventanas inexistentes.
_”Hermanos”_ exclamó señalando a la criatura tendida en su interior_ “¡Es Yuruparý!”
¡Yuruparý! Gritaron los otros, confirmando las sospechas del jefe.
¡Yuruparý! Repetían consternados ante la innegable presencia del dios.
_”Los ancianos dicen que hace muchos ciclos, cuando partió de la casa de los hombres, se fue por el camino del oriente. ¡Y ahora ha regresado! ¡¡Yuruparý!!”
Y envió a toda prisa emisarios a la aldea con la buena nueva y el reclamo de más hombres de refuerzo.
Desde su habitáculo, Mech observaba analíticamente los acontecimientos al ritmo de la extraña mañana. Conocía el mito de Yuruparý, una deidad regional vinculada a la constelación que aquí llaman Pléyades. Fue engendrado por Seucy, una diosa que le trajo al mundo después de comer un tipo de fruto sagrado llamado Pihycan. Yuruparý era muy hermoso. Trajo orden y leyes para las tribus del amazonas, aunque su presencia en la tierra tuvo seguidores y detractores, su recuerdo marcó mucho el imaginario a lo largo del Gran Río. Pero ella era Vihíma, su gran amiga,  no Yuruparý, sin embargo, aquellos humanos estaban tan convencidos del regreso de su dios que muy poco podía hacer para persuadirles. Entonces hurgó un poco más en la leyenda. Los seres humanos, los animales y la selva misma vienen dados por el poder mágico de Yuruparý. Todo el entorno bajo la tierra, sobre la tierra y en el río, está de alguna forma vinculado a sus obras. Mech comprendió que necesitaba encontrar alguna vía de comunicación con los habitantes de la tribu de El Contacto.
Preparó el cuerpo de Vihíma para la desintegración. A una orden, la membrana se tornó más y más opaca hasta llegar al negro total. En su interior vertió seis sustancias que combinadas deshicieron en una hora todo resto orgánico de la chica, una vez concluido el proceso, sonó una sirena intermitente que espantó a varios metros de distancia a todo curioso, después la membrana se abrió y dejó escapar una nube violeta compuesta por átomos de quien fuera su gran amiga, el viento caliente del medio día la esparció sobre el vidrioso río para siempre. Ahora Mech estaba realmente solo en un rincón perdido del planeta llamado Tierra.”